Las niñas siempre dicen la verdad: Poesía Oracular

Las niñas siempre dicen la verdad (Hiperión, 2018). Tiene sentido que así sea. Las pitias eran mujeres como Sibila. Tiene sentido también que Rosa sea una poeta que habla una lengua sibilina que enmascara la verdad e instruye en la adivinación. Primero hay que quemar el bosque de los niños donde la primera infancia termina y luego se descubre en el humo todo futuro posible. Ya lo dije en otro texto: necesito que la imagen se inserte en un orden lingüístico para poder interpretarla. Y es así como he podido acceder a la “Sacerdotisa de Delfos” de John Collier, gracias a las hojas del laurel y el agua de la corriente que emite los humos del poema:

En Delfos inventaban el futuro,

nunca lo anticiparon.

No hay adivinación posible en los oráculos

ni en sucesivas formas de misterio,

sino una luminosa fe creativa”

Pienso en John Collier experimentando al oráculo de Apolo con una rama de laurel en la mano derecha y en la izquierda un cuenco de agua, sentado, aspirando los gases que salen de la grieta, las túnicas a punto de caerse

Y siento entre mis piernas

el peso de la vida con sus dudas,

gritando a todas horas,

sin consuelo”

Leo el libro con fiebre de gastroenteritis vírica una mañana de agosto tras una barbacoa familiar. Mi hijo se queja en la cama, lo veo por el Wakie Talkie, bocabajo, para que no le duela la barriga. Yo me siento en el sofá, lo vigilo cada vez que oigo algún ruido y leo mi futuro en las cartas rosadas de Berbel atentando contra la experiencia pura:

¿Tenías que profanar también el templo

tan antiguo y brillante

de la experiencia pura?”

Toda experiencia es pura, eso lo saben las niñas. La experiencia futura a la que se accede en estos poemas oraculares son creencia; depende exclusivamente del lector, como

los posos de colores

de las niñas que sangran

como niñas”

Igual que la experiencia de las pitias, los poemas astrales de Rosa están unidos por el mismo nexo que la teología y la teleología: muestran el fin (telos), sondean el futuro, pero no a la manera mágica y naif popular, sino originariamente, en el habla poética que inventa el futuro con “luminosa fe creativa”. Por eso la verdad se construye en el poema y no al revés.

¿A qué nos aferramos si no existen

certezas ni verdades

en este ahora y aquí sin concesiones?”

***

Interrumpí la reseña. La escribo en días distintos, sin embargo, el dolor estomacal persiste y mi hijo ha sufrido esta madrugada del 14 al 15 de agosto su primera fiebre, causada por el efecto secundario de sus primeras vacunas a sus dos meses de vida —la punción de la jeringuilla lo hizo parpadear, de pronto soltó el chupe y lloró como nunca antes lo había oído o como solo llora cuando pasa hambre—. Pesa 6 kg —es un niño grande— así que cuando a las 5 de la mañana me despertó su madre debía suministrarle 6 mililitros de Apiretal para aliviar los síntomas pero en mi sueño no supe medir los mililitros y tuvo que ir Eva mientras yo le cambiaba el pañal. Uno de los pocos días en los que me he levantado de noche no he sido capaz de ejercer la función necesaria pero voy aprendiendo. Vuelvo al poema:

Astrología, bolas de cristal, tarot,

las palmas arrugadas y secas de las manos,

todo funciona igual y se sustenta

anafóricamente

sobre la misma idea:

siempre, sin ninguna excepción,

la imagen crea el acontecimiento

Leo y pienso en lo que el otro día Marina L. Riudoms avisaba en un hilo: que nuestra incapacidad para imaginarnos como privilegiados era lo que sustentaba nuestros privilegios. Vicente Monroy respondió a este hilo que la responsabilidad artística fundamental de los autores modernos era la imaginación, no haciendo un arte moral

sino [haciendo] arte moralmente. Esta diferencia es un acto de fe en la imaginación […] En contra del privilegio de la costumbre y del ‘sentido común’. No es una tarea fácil: ayudar a los demás a imaginar”.

La imaginación es entonces la facultad humana predominante en nuestra relación con los otros seres humanos: sin imaginación no existe lo social ni tampoco experiencia. Lo que experimentamos lo hacemos a través del recuerdo (pasado), la hipótesis (futuro) o la observación (presente) y estos son modos en los que actúa la imaginación como un tamiz.

Tu vista es la que es,

aunque te aburra”

No. Mis ojos pueden ver más allá de sí mismos, es más (lo sé por Rosa) puedo ver el mundo dentro de 20 años y no nos gusta. La afirmación de Aixa de la Cruz “los límites de la experiencia son los límites de la empatía” se reformula así “los límites de la experiencia son los límites de la imaginación”.

Pienso en John Collier experimentando a Paul Klee en el “Tapiz del recuerdo” y pienso en esta frase de Tania López:El intento de poner en palabras la necesidad de recordar es el acto más profundo al que puedo acceder. Paul Klee y John Collier, Flaubert y Heráclito, que “pudo pensar, cosa rarísima,/ sin la sombra alargada de Aristóteles”.

Este libro, que habla del futuro, me revela los mecanismos de la memoria: tal vez sea así como se recuerda o como es gráficamente la memoria, con retazos, como un patchwork hecha por mi abuela cuando era niño, o como la mosquitera que mi suegra, la abuela de mis hijos, ha cosido con el velo de su vestido de bodas para el carrito del bebé. Hecha de retazos, la memoria es así: un recuerdo que se expande, una pieza, un trozo de hilo por el que tirar de la madeja y de todas estas metáforas más bien convencionales de lo que tiene que ver con la remisión de una idea a la historia de las ideas y la memoria en general. La idea es esta: mi hijo va montado en un carrito que compraron mis padres, protegido por una mosquitera hecha por su abuela materna como un recuerdo de bodas, por entre los árboles del camino que da a la playa. La memoria funciona a base de retazos funcionales de memoria que activan otros recuerdos. Así funciona la poesía: una pared que recuerda o remite al “Tapiz de la memoria” de Klee. La superposición de la imagen ficticia sobre la realidad, la hace operativa, eficiente, eficaz en lo que tiene que ver con experimentar esa realidad ficticia como la verdadera realidad,

Cuando digo mañana nos convoco”,

como fantasmas, nos realizamos en el decir mayestático de la poesía.

Podría ser peor, Alberto Acerete

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