Moxie: When she walks, the revolution’s coming

Cuando me siento a ver la película de Moxie cojo aire y lo dejo salir con calma. No es la primera vez que me dicen que una película de adolescentes que se desarrolla en un instituto está muy bien, así que la empiezo sin muchas expectativas. No me malinterpretéis, hay por ahí muy buenas películas de adolescentes, pero no las he encontrado o apenas las recuerdo, y si a esto le añadimos que nuestro gran amigo y vecino Netflix, creador de documentales y películas prescindibles, es quien está detrás de la película, desconfío el doble. Estamos en un momento en el que el feminismo es mainstream, y es algo que debemos aprovechar y que creo que estamos haciendo a pesar de que las grandes empresas lo utilizan para su propio beneficio, para no entender nada de lo que se habla en las asambleas feministas, y hacer de este movimiento -y, en realidad, de todos- un producto que salga rentable. Por eso, saber elegir las películas que nos ofrecen estas plataformas apartando lo que sigue el liberalismo, es algo a tener muy en cuenta a la hora de hablar de películas o series.

Aun así, nunca es mal momento para contradecirse y ver cosas que produce el capital: cojo cojo el bol de palomitas y le doy al play. Las primeras escenas no me producen demasiado interés, pero estallan las notas de Rebel Girl de Bikini Kill en la pantalla, hablan de la historia de la cantante y el grupo, y es cuando me doy cuenta: la historia irá más allá de cuatro temas importantes mal resueltos y una protagonista blanca de clase alta. Esa pequeña diferencia es la que hace ver que seguimos -lentamente- avanzando.

Aparecemos en un escenario que a las hijas de los noventa nos resulta similar a Chicas malas -la película es citada una vez, de hecho-, pero va más allá. Chicas malas trata sobre cómo la sociedad nos deja caer todo el peso, ya sea de ellos hacia nosotras o de nosotras hacia nosotras, pero dejando ver que algo no va bien y tiene que ser nuestra compañera, amiga, desconocida o nosotras mismas quien nos salve. En Moxie también lo vemos, frente al libro que creó Regina George en el instituto de Vivian, nuestra protagonista, en la lista que hacen al comienzo de todos los años y a la que cada una de las adolescentes del instituto se le asigna un adjetivo relacionado con cómo las ven los hombres. Es a partir de ahí cuando todo estalla y aparece Lucy, una adolescente feminista e interesada temas de género que revoluciona la vida de Vivian.

Como he comentado, en un primer momento parece una historia cualquiera rellena de buenas frases y situaciones mejorables, pero nos sorprende con una profundización nueva en este tipo de películas: no solo le dicen a la protagonista blanca que lo es, si no que se lo dice a la cara su mejor amiga. Estamos cansadas de que las protagonistas de estas historias siempre sean mujeres blancas cis de clase alta.

Pero no solo es eso, también aparece la palabra interseccional. La madre de Vivian -me emociono al pensarlo- le dice a su hija que una de las cosas que peor hicieron las feministas de su momento fue la falta de interseccionalidad. Mi cara ante esa escena era un auténtico poema de Rosa Berbel -me emociono más todavía-. Estaba flipando, era la primera vez que veía a una persona boomer asumir esa falta de empatía que se tuvo, asumir que necesitaban a todas para poder hacer un feminismo real, un feminismo interseccional. La protagonista de Moxie sigue siendo cis, heterosexual y blanca pero está rodeada de adolescentes de diferentes etnias y sexualidades, y creo que eso es muy, muy importante a la hora de ver cómo han evolucionado este tipo de películas. Dónde quedó el Troy Bolton, aquel adolescente que nos dejaba a todas con las hormonas revueltas, frente a Vivian, todas sus amigas y el novio que, me lo vais a permitir, está sacado de cualquier fantasía sexual femenina feminista. Las mujeres de esa película no son solo más reales y críticas con todo, es que el novio de la protagonista, es también la pareja todas querríamos tener en nuestra vida: un hombre que nos deje hablar, que nos deje tener nuestros tiempos, espacio y grupo de amigas: uno que no es imbécil. Esto es surrealista si tenemos en cuenta que son adolescentes, pero me parece que es un paso muy importante escribir un guion donde aparezca un personaje masculino que sea empático, y que no siga las reglas que se les ha impuesto seguir. Está claro que es apuntar muy alto, que hay pocos adolescentes así, pero los hay, y como nos enseña Layla Martínez hablando de utopías, es necesario crear realidades que queremos que sucedan para que el cambio hacia mejor sea algo palpable, algo que pueda existir para que ellos vean que pueden ser de otra manera y está bien, para que entre ellos acepten el feminismo y todo lo que ello conlleva.

Moxie es una película completa y de la que podemos seguir tirando del hilo. No solo aparecen mujeres racializadas u hombres empáticos que lo son de verdad, también se profundiza en el personaje de C.J., una adolescente trans a la que no quieren llamar por su nombre. Me habría encantado que tuviese más protagonismo porque creo que es algo que está sucediendo en muchísimos institutos del mundo: adolescentes trans que no solo tienen que aguantar la transfobia de sus compañeros, también la de profesores. Es muy importante que haya personajes trans en institutos porque normaliza una realidad, además, todas, absolutamente todas sus amigas feministas, la aceptan y respetan, como tendrían que hacer muchas de las mal llamadas feministas de ahora, que no hacen más que negar la existencia de mujeres. Es un paso importante a que los adolescentes asuman que las mujeres trans son mujeres, los hombres trans son hombres y merecen absolutamente todos los derechos.

Otro tema importante y que no había visto en ninguna película de adolescentes (exceptuando, si acaso, la película de M.F.A, que aunque trate este tema, está más relacionada con el ambiente universitario), es el de la violación dentro de la pareja. Nos han contado que las violaciones se dan en callejones oscuros, solas en la calle y con violencia, y aunque es así muchas veces, hay muchísimas violaciones que se dan dentro de la pareja y que nada tienen que ver con esas actitudes: el no querer pero que te convenzan a ello, el que no estés preparada pero que tu pareja deje caer que con sus anteriores no tenía tantos problemas para echar un polvo, el que hayáis tenido una discusión y te diga que solo acostándoos podríais arreglarlo, el decir que tienes que hacerlo porque si no, no le estás demostrando que le quieres, el que te asalten por la noche sin ton ni son y empiecen a meterte mano cuando estás dormida. Hay muchas maneras de que se den las violaciones, y ninguna de ellas están sentidas como tal porque nos enseñan que deben ser de una manera, y no es así. El abuso existe desde el momento en el que actuamos coaccionadas, -y encima se nos culpa de sumisas o victimistas- por ser mujeres en este mundo de hombres.

Os animo a que veáis Moxie para criticarla, sacarle mil fallos, querer que las cosas cambien, y sobre todo, sentir que estamos empezando a cambiarlas nosotras, para ver que se pueden hacer películas de adolescentes que hablen de adolescentes, que sean para adolescentes y que muestren la realidad. Porque, como comentó Adriana Guzmán en una charla y citando a las hijas de sus compañeras de lucha y la suya propia: queremos discutir de lo mismo que discuten ustedes: del machismo, del patriarcado, porque no hay un patriarcado chiquito para nosotras, aunque seamos niñas, vivimos el mismo patriarcados que viven ustedes.

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