Yo soy tu presidenta: La inseguridad de un Miércoles

“Estaba tan dispuesta a arrancar una página de mi cuaderno, un día, varios días radiantes, y vivirlos como si solo estuviera viva, sedienta, atemporal, lo suficientemente joven para hacer esto una vez más, para atreverme a no tener mucho que perder…”

Me persigue el concepto de espacios seguros, me persigue la poesía y me persigue Ángelo Néstore. Una vez que conoces algo o a alguien descubres que está en todos lados, ya sea por la necesidad de que se lleve a cabo o porque siempre ha estado ahí pero no has sido capaz de verlo. Desde que descubrí la poesía de la forma en la que la leí hace no mucho tiempo no dejo de descubrir nombres y espacios comunes que alimentan mi obsesión por algunas de sus formas. Poscultura me ha dado la consciencia de reconocer la necesidad de espacios seguros, de entender lo que supone la poesía y de hablar con gente que vive en ella.

Eileen Myles escribe sobre estas necesidades en Yo soy tu presidenta (Kriller 71). El prólogo de Ángelo identifica la apropiación de discursos para hacer lo mismo con los espacios y convertir la resistencia en la única forma que “las expulsadas” sean el bloque en el que apoyarse.

Myles describe su vida eliminando la espectacularidad y dejando lo que hay en todas: no existen las noches especiales porque todas lo son sin motivo alguno. A veces respirar es un acto heroico en sí mismo y las ideas siempre son nuestras sin importar dónde y cuándo las encontremos.

La poesía son golpes en momentos concretos. Imagen y estaticidad que recoge todo un espacio-tiempo. Escribirla es centrar la atención en ese concreto. Es uno de esos momentos que son todos. Porque siempre se está asustada (“¿Tú,/no? En la cocina/todo zumba”. La televisión siempre dicen cosas, en los libros parecen pesados y “no sé/por qué/no me llamas/esta/mañana”).

Mientras todo funciona cómo se supone que debe hacerlo se deduce que nosotros también, pero no. Por dentro nos derretimos. Entre novedades, el cambio (siempre a peor) y los saltos de página.

¿Qué más da de donde viene Myles? Es la primera en su estirpe: la del miedo a la ligereza del amor. La inseguridad de una escalera en el centro de todo. La imposibilidad de estar segura o, al menos, de sentir que lo estás. La necesidad de “tener una pistola de aire comprimido y volar este Estado de mierda en pedazos” para dejar de rodear sus montañas y poder atravesarlas. La inseguridad de un Miércoles.

Puede que Ángelo tenga razón y se puedan juntar todos los poemas de Yo soy tu presidenta para leerlos seguidos, sin espacios como un “largo poema inacabado e inacabable”, y plegar ese papel infinito hasta que quepa en el bolsillo para llevarlo siempre encima. Puede que haya descubierto que todo esto siempre ha estado aquí delante pero no lo conocía y por eso ahora es lo único que veo.

“…y sentir esa potencial muerte del yo en la luz como la única forma de espiritualidad posible, y como no tenía otra forma de llamar a esa idea, la llamé poesía, pero era carne, y tiempo, y pan, y amigos asustados y lo suficientemente libres para querer tener otro día así, para arrancar otra página”

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