Selección de tres poemas por el autor acompañados de la imagen tratada por Jorge Igual (original al pie de la publicación).
Me cae la flor de la bugambilia
y me cae el viento
y me cae mi madre
—y mi padre, y mi mujer y mi hijo—
y me levanto con el nombre ajado
y recojo mi lengua llena de hormigas.
Vivo bien.
No tengo queja de nada ni de nadie.
Sólo que a veces, cuando viene el agua
me mojo a media calle
y cada día me parezco más a un poste
Jaime Sabines, Tarumba (1956)
Sí, ya es hora de esconder del mundo
el dolor
bajo la piel
Shakira, Te dejo Madrid (2002)
III
penetrante
cansancio de las algas en mi boca…
Enrique Falcón, La marcha de 150.000.000 (2009)
mi cráneo
jarrón para amapolas
Berta García Faet, Una pequeña personalidad linda (2021)
Si le hablo a un movimiento
exótico que nada tiene que ver conmigo
es porque temo al momento en que mis dientes
chocan y se mueven y sangran
temo a la velocidad desdentada de la saliva
que se escurre entre la cornisa de mis fauces marchitas
—es la soledad, me dicen
es la depresión de una montaña cavernosa
que alberga a mis espeleólogos fantasmales
buscando figuras primitivas dentro de mis mejillas—
es el momento del crujir de la quijada cuando mastico
una raíz rota que nada tiene que ver con mi vida
es el agudo y frío dolor de la fragilidad
del pensamiento y la palabra y la omisión de un perdón
es más de lo que puedo procesar con una semilla
de mostaza enterrada en la última muela
que intento sacar con violentas uñas
o lenguas de fuego de inútil fe
y te invoco a ti
locura o tontería
con la esperanza de que elucubres
la verdad de un movimiento
intraterrenal
intranervioso
de caries negras y encías rojas
qué es lo que ves con tu lupa
de allanador de tumbas, de explorador
de tesoros cárnicos o mierdas luminiscentes?
cuál es, Tarumba, tu conclusión?
tres años perdidos de fierros inoxidables
que solo provocaron incomodidad
—todo es dolor por no encontrarme
cómodo en esta forma de falsa arcilla
falsa arena y falsa madera—
«una sonrisa metálica de reluciente resplandor», me dicen
entonces preguntas si valió la pena
mi boca un piano
con cada tecla tocando en otra dimensión
marfil frágil que tiembla al saberse tocado
por largos dedos de marfil trágico
mi boca un golpe musical
mi boca una columna de mármol veteado
y rosa y roja
valieron la pena los falsos grilletes
de la mortal carne juvenil?
por supuesto que no!
pero admitir las fallas del sistema
implica también admitir las fallas del espíritu
que no se resistió que no se
atrevió
a morder las raíces secas del árbol familiar
a alzar contra su tronco la escandalosa voz
que ellos consideraban
chueca.
IV
Tarumba, ausente de mi memoria
hoy vuelves como un peso muerto
—se me agrietan los labios
se me entumecen las rodillas
se me cae el cabello—
y tú estás ahí escondida
acaso alucino tu risa incesante?
de rodillas me arrastro
en un baile de falsa fertilidad
quiero ser rama
quiero ser río de larga duración
mientras trato de que me crezca un poco más
el rabo
o que al menos se me ponga un poco más
dura
ocupo un espacio desmedido
e intento tocarme los pies
trocarme los pies
para enrollarme y guardarme
Tarumba, soy feliz y perezoso
pero sabes que no puedo mojarme
durante el verano o
explotaré de tan radiante exasperación!
seré un cáncer de piel
o seré hematoma de grasa blanca
(de cerdo
de vaca
de ballena)
lo cierto es que intento explicar la situación
pero veo que no me entiendes:
como el tajo profundo de un filete de atún
—así de rojo, así de perfecto—
así soy cuerpo colgado vendido
qué necesidad de explicitar
el momento infinito en el que el atún y yo
fuimos uno!
pero yo sigo vivo, Tarumba
y quiero seguir viéndome así
te lo tengo que recordar:
que el recuerdo constante de la llaga
que emana de mí y te mancha entera
que te gotea que te arrastra
que te obliga a hacer morcilla
de soledad e ironía
es canibalismo querer compartirme contigo?
una violación extrema de la ultradecencia
una aburridísima receta de control y abnegación
no me malinterpretes
yo sí quiero ser alimento
yo quiero ser delgado trigo o fina hierba
más que nada
yo quiero ser pequeño
minúsculo
caber entre tus manos entre tus costillas
yo quiero reducirme como carne ahumada
endurecerme
aguantar mil años colgada
en tus frías galerías
yo quiero ser una mercancía
de dubitativo valor
de exótico fanatismo
un cordero de dios
agnus dei tal vez?
viva el latín!
vivan los miembros descolocados
que después podremos comer
como alitas calientes!
XIII
Intestino: la poesía
debe a la digestión su salud poderosa.
Piedad Bonnett, Lección de anatomía (2006)
La pintura de carne y hueso desprendido
es un simple bodegón con partes de animal ignoto
y moscas zumbando entre los puntos aglutinados de sangre seca
puede haber sido perro o lobo
liebre o ratón
ahora es solo un coágulo gigante que el pintor se obliga a pintar
—a pesar del olor a arte de mierda—
(completamente derivado de una
ensoñación baconiana
de mal agüero
que grita cuerpo es lo otro)
puede ser un bostezo una vigilia una romántica
expulsión de aire en forma de géiser
pueden ser las alas de un pájaro de muerte
Tarumba, puede ser una clase extraña de amor
que se pinta a sí mismo rojo y rosa y veteado
que recuerda cada tarde caliente y resiliente
en que las células se descomponían
y luego se recargaban en sentido vitalista
una sombra de lo que alguna vez se fue
una posibilidad y un largo etc
si, como dice la poeta
mis manos fueran dos perros de memoria
que registran las suaves telas
y las rugosas paredes llenas de cal
tratando de rastrear su olor entre la carroña
de lo que ya ha sido y nunca será más
el hilo de sangre que me lleve a su destino
qué encontraré ahí, Tarumba?
una presencia de órganos mal trasplantados por aficionados
un collage cubista de lo que alguna vez fue mi amado
un bodegón que sigue oliendo a ralladura de limón
una muestra de mi amor
y de lo que queda de un cuerpo que no soy yo
la memoria es blanda
como una membrana blanca
que cubre todos los sueños de cacería y tiro
luego una rápida huida
como rastro y cazadores
perro y pato engordado
escopeta y cartucho
que se despilfarrará entre múltiples perdigones
luego pájaros carroñeros que
picamos y buscamos
el hígado
la pequeña fuente de proteína y úlcera
plaga de urracas o buitres
que pican la fruta vedada por la vergüenza
y violencia
el bodegón se derrama en miel
perdona Tarumba
si invoco a mi amor estando tan cerca de la derrota.