“Me di cuenta de que estaba enganchada a una lengua como a una madre”
Cristina Peri Rossi
“Y a pesar de todo
acabaré arrancándome la lengua
para olvidar las cosquillas detrás de los dientes
acabaré arrancándome la lengua y ya no habrá
desarraigo
errático
ni destierro”
Si eliminamos la /r/, la /d/, la /l/ o cualquier letra que precise del paladar para ser un sonido eliminamos también el paladar. Sin el cielo de la boca no hay lenguaje y encontramos la mejor forma de decir lo que queremos. Sin techo no hay golpe, peso que levantar ni miedo.
El cielo de la boca (Letraversal) es esa carga desde la escritura de Natalia Velasco.
¿Cuánto pesa una /l/?
“Una /l/ pesa lo que pesa un cuerpo que salta, habla, que avanza y huye. Todo eso son pesos. En función del cuerpo, de cómo exista y cómo los soporte le pesará más o menos”
Una /l/ pesa lo que pesa un nombre
Huida
Podemos deshabitar en todas direcciones. A veces la idea de casa nueva es una huida hacia no una huida de. Volver también es huir. El cielo de la boca es solo un techo cuando lo imaginas. Surge del miedo, no siempre es tuyo, porque tú sabes que sin techo siguen existiendo las paredes y las puertas. El vértigo no nace de mirar hacia arriba para saltar pero sí al empezar la caída. Aún así, mírame, me voy, no pasa nada porque:
Irse no significa no volver
Huir no significa no querer
Volver no significa fracasar
I’m sorry
etc.
¿Estás en casa? Estar también es huir
Salto
La pértiga se clava en “esa parte de la boca donde se quema el lenguaje” según Violeta Niebla. Lo hace pinchando también la lengua y la duerme como un mordisco por eso solo tú sabes lo que dices. Cuando nadie te entiende es cuando surge el vértigo del salto haciéndose caída.
Nos aterra el contacto con el suelo. Conocerlo es levantarse antes de que suene el despertador y recorrer la casa como un pasillo de pértiga. Preparando el salto constantemente, evitando pensar en perder la lengua materna sin acabar reptando. Evitar la violencia del golpe.
Bomba
Lo que explota no necesita el paladar. Bomba es una palabra libre que elimina esos techos, paredes y puertas pero deja víctimas. Puede que lo más sensato sea estar en silencio:
Me niego a cambiar la dirección de casa del Google Maps porque ya lo he tenido que hacer demasiadas veces, no quiero pensar que “se me ha olvidado como pronunciarte” porque tu nombre es todo paladar aunque tu lengua ya no recorra mi memoria ni toque mi paladar y me haya resignado a que “me sepa la boca para siempre a ningún sitio”.
¿Cuánto pesa una /l/?
Lo que pesa un nombre, una casa, un cuerpo, un libro, un despertador, una pértiga y un móvil. El cielo de la boca es el silencio que dejan las letras que no se pronuncian sin paladar y cada poema es un nombre que no se grita para no despertar el eco.
“No te confundas:
escribir en segunda persona,
inventarme una piel todas las noches,
buscar continuamente el contorno delas bocas abiertas,
delimitar las derrotas y plantarles una bandera
no significa nada”
Escritor, periodista cultural y librero en la librería 80 Mundos. Codirector de todo esto. He colaborado en medios como eldiario.es o Le Miau Noir. Formo parte de la antología Árboles Frutales (Editorial Dieciséis, 2021) y Odio la playa (Cántico) es mi primer libro.