Amor y pan son sinónimos

“Las palabras están hechas

de pan y jengibre”

“Y los poemas vienen de la patata”

No pienso mucho comer. No suelo tener el hambre que pronuncia la gente que me rodea, ni suelo pensar en qué comida hacer cuando llego de trabajar. No tener hambre hace que piense en solo dos comidas al día: la comida y la cena. No suelo tener hambre pero me gusta comer. P sí que suele tener hambre, come mejor y de forma más correcta que yo, por eso me gusta hablar de qué cocinar cuando estamos en casa. Come despacio buscando disfrutar, yo rápido como haciendo recados. Pensando en amor he pensado en P, pensando en pan he pensado en tortilla de patata. Pensando en amor y pan he pensado en nuestro gato dilatando las pupilas igual cuando mira la comida que cuando nos mira. He pensado en que amor y pan son sinónimos y P una tortilla de patata. Cada día disfruto un poco más de comer y hablar de comida. 

Con Amor y pan (Letraversal) Paula Melchor ha escrito un dietario de desayunos, almuerzos, meriendas y cenas en los que las palabras están hechas de un amor hecho de pan hecho de palabras que unas veces son ajenas y otras son silencios porque silencio es una palabra. En este libro “amor” se puede cambiar por “pan” y viceversa porque lo que quiere contar está en una encimera llena de migas. Es como entrar a la cocina de un piso de alquiler que acaban de dejar libre. El rastro que deja un cuerpo estando vivo siempre dura más que su presencia.

En el prólogo de Juanpe sigue estando esa idea del amor adolescente, de ese amor que te hace no saber explicarle a nadie lo que quieres. De mirarse mucho a los ojos y tenerse siempre cerca. Es importantísimo no mirarse a los ojos si se hace como el que mira a una tele apagado. Si se mira a los ojos es para entrar, si no es como decir te quiero con los ojos cerrados.

Pienso mucho en café. No suelo comer nada en el desayuno pero me tomó más de un café antes de irme a trabajar. Tener café hace que piense en parar un rato. A veces como para poder tomarme un café después. A P. no le gusta el café pero a veces toma alguno. Yo solo largo, sin azúcar y ardiendo. Ella corto, con leche, sin azúcar y templado. 

“Es fundamental que la palabra brille en el fondo de las cosas” porque un mundo en el que la gente hable como escribe solo puede ser aburrido o terrorífico. Dejarse llevar por la exactitud es arriesgarse, desayunar a las doce, comer a las cinco, cenar a la una. Dejarse llevar por las palabras es inútil, hay pensar en la voz, el aire y el olor de la cocina. Hablar de palabras es como no decirlas, como hablar por encima de la música. La escritura viene del bocadillo de tortilla de patata, del café.

“Glowed into words, then would be savagely still”

El hambre se puede procrastinar tanto como escribir porque para los dos hace falta una boca. Formular y recitar. Necesito fregar antes de cocinar y de escribir. Limpio, paseo por la casa y miro nuestras cosas hasta que me convenzo de que o como o escribo pero algo tengo que hacer. Me siento a comer y, a veces, escribo después.

Ninguno de los dos sabemos jugar al ajedrez pero sacamos el tablero del todo a 100 y jugamos partidas largas porque solo movemos las fichas sin pensar mucho. Como saliendo a almorzar o fumar en el descanso del trabajo. Jugamos en el mismo sitio en el que comemos. “Todas las mesas vacías se parecen”, hasta las de centro. 

Amor y pan habla de sentirse como un gato solo en casa cuando todos se van o del que se va y deja solo al gato. De que el hambre se parece mucho al miedo, la soledad, el amor y la escritura, a todo. Pero también habla de una distancia que te ayuda a decir cosas, pensarlas y escribirlas. De explicarle a tu madre tantas -demasiadas-cosas después de un “¿comes bien?”

“Es imposible para mí

el hambre o el llanto

si no hay nadie cerca”

Podría ser peor, Alberto Acerete

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