¿De qué hablo cuando hablo de NBA?

NBA

Mi nuevo compañero de piso ha traído consigo un microondas, una manta para el sofá y su afición por la NBA. Desde que está aquí he dejado de beber frío el café de ayer y he vuelto a ver partidos de los Lakers de madrugada. Ahora nos sentamos en el salón y ponemos el partido con el único objetivo de no dormirnos durante el primer cuarto. Spoiler: nos dormimos. A la mañana siguiente desayunamos comentando los increíbles highlights del partido que no vimos mientras buscamos tiempo para ver el documental de Lebron James en HBO y criticamos a la gente que habla de la NBA sin verla. Quiero decir: nosotros al menos vemos dos cuartos. Podría ser peor, hay gente que no ve ni un minuto.

Me enganché a la NBA en la temporada 2002. Fue el año que los Grizzlies se mudaron de Vancouver a Memphis y Los Ángeles Lakers fueron campeones después de ganar a los Nets. Lo sé porque lo he buscado en Wikipedia. De ese año me acuerdo del sofá-cama del salón de casa de mi padre en el que dormía para poder ver los partidos y de mis siestas en clase. Y de Iverson. Sobre todo de Iverson.

Calculo que a partir de 2008 -ya con 16 años- empecé a cogerle el gusto a jugar a baloncesto por las tardes y a dormir por las noches. Además, la NBA empezó a ser un incordio para mi vida social de fin de semana. Desde entonces, cada vez que me preguntan sobre baloncesto tiro de hemeroteca y saco a relucir algún dato de cuando seguía la liga regularmente o directamente hablo de algún mate que me haya encontrado esa mañana en Instagram. Lo dicho: podría ser peor, hay gente que nunca ha visto ni un minuto.

¿De qué hablo cuando hablo de NBA? No lo sé.

Supongo que hablo de NBA como hablo de la magia que esconde cada capítulo de Twin Peaks; por lo que leo. Y me lo permito porque yo también sé que Murakami es el Paulo Coelho asiático. Sé que Shakespeare tenía un estilo único y que nadie hará nunca terror como Poe. Sé que Lebron James es mejor que Michael Jordan y que Rudy fracasó en Portland por culpa del entrenador. Sé que PNL es lo mejor que le ha pasado a la música urbana en Europa desde 2010. También intuyo que el portero del Real Madrid es el bueno; Kahn fue el feo y De Gea es el malo. El muy malo. Tan malo como los mecánicos de Alonso o los cantantes de reggeaton. Yo también habría hecho lo de Colin Kaepernick.

¿De qué hablo cuando hablo de NBA? Ni idea.

Supongo que hablo de NBA como hablo del Superhombre de Nietzsche; de oídas. Y sigo haciéndolo por lo mismo que digo que la dialéctica hegeliana es muy interesante pero empieza a estar obsoleta. O que Zizek moderniza muchos conceptos de Hegel pero peca de superficial. A estas alturas sé que el reggaeton es machista. También sé que C. Tangana hace reggaeton y que Rosalía hace trap en El mal querer. Creo fervientemente que su apropiación cultural viene explicada fenomenalmente en los textos de Adorno y la Escuela de Frankfurt. No escucho flamenco pero sé que Rosalía ha cambiado el flamenco. Y no es ni mejor, ni peor, sólo diferente. Estos años he aprendido que la cerveza está mejor fría y los escritores malditos/borrachos. Yo podría haber sacado ICON si tuviera los contactos del hijo de Will Smith

¿De que hablo cuando hablo de NBA? Me da igual.

Porque hablo de NBA como hablo de poesía; por fragmentos. Porque hablo de ella con el mismo criterio con el que digo que Bad Gyal hace trap o que la música urbana es el trap que algún día dejará de serlo. Porque es como todo. Por eso no me da miedo decir que los mejores cómics de Alan Moore son Watchmen, From Hell y V de Vendetta; que Tom King es el hijo de Stephen King o que Dan Brown es mala literatura y Bukowski buena. Sé que Akira es el mejor manga de la historia y Sandman la mejor novela gráfica. Y esto lo sé porque un cómic es un cómic y una novela gráfica es una novela gráfica. También sé que Noam Chosky es de izquierdas y que Stan Lee no hizo nada por el mundo del cómic. A estas alturas ya intuyo que Spielberg es comercial, Hitchcock el padre del cine moderno y Brad Pitt demasiado guapo para que se le valore su capacidad como actor. Yo podría hacer lo que hace Tarantino.

Cuando hablo de NBA no hablo absolutamente de nada. Repito tópicos para que la gente asienta mientras se giran sonriendo al ver que alguien refuta su opinión. Así ellos están contentos y yo me evito pensar. Sé que soy imbécil y que no soy el único. También sé -y esto me cuesta admitirlo- que no podría trabajar en la Fnac. Pero me reconforta saber que al menos veo dos cuartos de lo que hablo. Podría ser peor, hay gente que lo ve entero y a la que no se le hace caso.

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