‘Shishi Plugg’ tampoco suena en Los 40

No podemos acudir a un calendario, coger un boli rojo, elegir una fecha exacta y decir: aquí fue cuando el trap pasó de moda. Pero, sin duda, ocurrió. O, al menos, dejó de ocupar en solitario la cúspide de la pirámide que le perteneció durante años. Esto no quiere decir que, como género musical, no merezca la pena escuchar ciertas propuestas. Pero perdió la espontaneidad y la frescura. Y es que, durante un tiempo—antes de que se le dedicasen ensayos o artículos—, la escena que empezó como trap y acabó como música urbana fue una de las más creativas y dinamizadoras de la cultura nacional en décadas.

Esta pérdida de relevancia se ha producido al mismo tiempo que ocurrían otros fenómenos, no necesariamente relacionados. Uno (1), los medios, como productores de agenda mediática, crean, queman y desechan. Este punto, aunque es el que más puede afectar a la percepción general, no afecta a la música. Dos (2), las propuestas eran menos originales y más repetitivas debido a más de un lustro de dinámicas de producción incesantes. Tres (3), cuesta creer que pueda aparecer una figura en la escena con el carisma y el talento que tenían sus predecesores. Cuatro (4), ciertos artistas han alcanzado el mismo estatus mediático que cantantes de otros géneros, escenas o que, directamente, habían surgido en el marco de programas como Operación Triunfo. Esto ha generado una pérdida de credibilidad de estas personas, al ajustar su música, actos y palabras al gusto de lo que interesa al público masivo.

En medio de este sentimiento, de esta sensación de necesidad de poner un punto y aparte, llega Shishi Plugg, la mixtape conjunta de Yung Beef (Granada, 1990) y Pablo Chill-E (Puente Alto, 2000). Publicada el pasado 1 de mayo, se compone por 9 cortes y tiene una duración de 31 minutos. El trabajo cuenta con colaboraciones de artistas como Papi Trujillo, 645AR o Alex Fatt. Mientras que detrás de la producción se encuentran nombres como Rojas, Pipo Beatz, Pochi o DP Beats, habitual colaborador de artistas de la talla de Chief Keef o Lil Uzi Vert.

Este proyecto, tanto por la elección del nombre como por su sonido, se puede entender como una continuación del trabajo en solitario de Yung Beef, El Plugg, publicado en agosto de 2018. Una mixtape que es, seguramente, una de las mejores referencias del granadino y tiene pistas tan icónicas como Guns N Roses, Bebo champagne y lo tiro o Heroína, en el que el ya colaboraba Pablo Chill-E.

Shishi Plugg no surge con la intención de cambiar las dinámicas de la industria musical. Su sonido y profundidad no tienen esa pretensión. Esta mixtape es un lanzamiento que se entiende mejor si se conoce la carrera de ambos artistas. Tanto el español como el chileno destacan por su productividad y por sus ansias de controlar su propia música en todos los niveles. Tanto el sello La Vendición1 como Shishigang así lo atestiguan.

Con este trabajo conjunto demuestran su buena conexión, algo que quedó claro desde que colaboraron en temas como Singapur, en 2018. En ese sentido, puede que sea el tercer corte del trabajo, Generaciones, el que canalice mejor esas ideas sobre la independencia y el entendimiento que existe entre ellos. O eso se entiende cuando el puertorriqueño Alex Fatt dice:

“No se puede confiar en nadie, solo en la familia

La sangre pesa más que el agua en la mayoría

No en todas, teniendo en cuenta que un líder solo exige respeto

La atención es pasajera y la dignidad no se compra

Tres generaciones, tres países

Tres hermanos, esto es latin trap”

A lo que Yung Beef continúa:

“Tres generaciones: Alex Fatt, Pablito y Fernandito Gálvez Gómez

Nosotros vendemos crack y vosotros sus lo pones

Que seguimos en el barrio, no estoy hecho pa’ mansiones

Fuck la major, maricones, nos la comen sus millones

Me gusta fregar mis platos, ni manager ni contrato

Me gusta cerrar mis tratos”

Dejando claro que las distancias geográficas que pueden separarles no son un impedimento, ya que entre el chileno y el granadino existe un vínculo que va desde lo musical a lo ideológico. Así, las letras del disco giran en torno a la delincuencia, el desencanto que generan sus figuras para los organismos del Estado y a la necesidad de buscarse la vida en los márgenes del sistema. Temáticas presentes en canciones como Sosa, Channel, USA o No nos pueden soportar, adelanto que apareció en la plataforma norteamericana WorldStarHipHop. En ella, Yung Beef dice:

“Y el juez nos quiere encerrar, no nos puede soportar

Metió preso a mi padrastro, también metió a mi papá

También metió a mi hermanito cuando era menor de edad

Y a mí nunca me metió porque yo me supe cuidar”

La idea de buscar los recovecos del sistema para salir adelante también se deja ver cuando Pablo Chill-E, en Amor de rey, dice: “Amigos presos y otros muertos, pero en verdad así es la vida / Si salieron a robar es porque no había otra salida”. Y, como continuación lógica a esas ideas sobre buscarse la vida, siempre se encuentra la clásica ostentación del éxito que han logrado. Algo que está presente en frases como “Estoy pagando pila a Hacienda, antes era insolvente”, pronunciada por Yung Beef en Basurero o “Tengo millones debajo de la cama / Yo subí de rango y ahora soy el boss / Voy para el mall y le compro pa’ to’s / Todo’ mis niño’ con Jordan y Kors”, de Pablo en Generaciones.

Por tanto, Shishi Plugg no supone ninguna innovación. Esta mixtape evita salir de unos márgenes muy acotados, con temáticas bien conocidas y exploradas anteriormente. Puede que los mejores momentos se encuentren en sus toques de humor, que funcionan como válvula de escape a esa exhibición de masculinidad, como en Pikachu cuando Yung Beef dice:

“Estoy fumando honey, Winnie the Pooh

Estoy en la piscina, swimming pool

Sigo en la esquina, ¿dónde estás tú?

Bájate al infierno, Beetlejuice

Beetlejuice, Beetlejuice, Beetlejuice

Estamos amarillos, Pikachu

Pásame el ketchup, bitch, I got food”

Como broche final, la mixtape cierra con Y cuando llego, la canción más lograda de todo el conjunto. Esta novena pista rompe con el tono del resto de la maqueta gracias a la instrumental de Pipo Beatz y sirve para crear un reguetón lento con un estribillo adictivo, plagado de referencias al amor fallido y a la industria musical.

En conjunto, Shishi Plugg es un trabajo pulido, una pieza más en la construcción de dos carreras sólidas como las de Yung Beef y Pablo Chill-E. Con un selecto grupo de colaboraciones —que van desde gente de su entorno a productores de renombre—, un sonido afilado y unas letras crudas, la mixtape se vuelve un breve recorrido por los imaginarios de dos artistas que encajan sus universos sonoros a la perfección.

¿Y ahora qué?

Dejando a un lado este disco, es necesario hablar sobre el punto concreto en el que está la escena urbana en España. Tras el asentamiento de un grupo de artistas, que surgieron desde los márgenes — los que facilita internet—, hay que afirmar que la música que promovieron se quedará, mutará y perdurará. Algo que muchos creían imposible. Lo que empezó como un movimiento de rebeldía, nacido gracias a la posibilidad de distribuir contenido en las plataformas digitales, ya está tan presente en nuestras vidas como cualquier otro género. Una vez se comprendió que esta música había surgido para quedarse, solo faltaba decidir si estabas dentro o fuera de la industria.

Esta es la dicotomía a la que se han enfrentado todos los artistas de la escena urbana. Un conflicto verbalizado en aquel debate a tres en el Primavera Sound de 2018. Al final, podría deducirse que si C. Tangana y Yung Beef tenían claras sus posturas, el tiempo ha ofrecido un desempate en el que Bad Gyal se ha acabado sumando a los que creen que es mejor ser parte del sistema. La catalana decidió dejar a un lado su aura de independencia y aumentar su relevancia gracias a temas más asimilables por el público.

Siempre con más lentitud que en el mercado anglosajón, en España se han acabado aceptando los sonidos urbanos, en especial el reguetón. Al descubrir que una parte de la audiencia no veía correspondidos sus gustos, las majors capitalizaron ese sonido para atraer a ese público. El resultado ha sido que las barreras entre lo underground y lo mainstream se han disuelto y ya no sorprende encontrar colaboraciones entre ambos mundos. Entre los nacidos en el margen y los nacidos en la industria. Algunos ejemplos: Alba Reche y Cruz Cafuné; El Mini y María Escarmiento o Don Patricio2 y Lola Indigo. Tres ejemplos en los que concursantes que formaron parte de un programa de una televisión pública —y que nada más poner un pie en la calle tienen un contrato con una multinacional— han acabado colaborando con músicos que empezaron distribuyendo su obra en YouTube. Una simbiosis con la que se reparte credibilidad por un lado y visibilidad por el otro.

Incluso, un paso más allá, canciones como Nunca Estoy de C. Tangana muestran la intención de mantenerse en el sistema por otra vía: la de la nostalgia. Utilizando la herencia y el imaginario pop de Los 40 Latino, C. Tangana ha logrado el mayor éxito de su carrera: su primer número uno en Spotify España. Un éxito que no había podido alcanzar ni mediante colaboraciones con artistas de fama mundial, como Becky G. Finalmente, tuvo que hacerlo parafraseando a Rosario Flores. Con esa estrategia, ha obtenido captar el mayor número de oyentes y demuestra que, cuando se acaba la originalidad, lo mejor es rebuscar en el pasado en busca de algo que pueda volver a sonar nuevo.

Canciones como Nunca estoy demuestran que la mejor herramienta del capitalismo para tener éxito es la nostalgia. Demuestran que la mejor herramienta del capitalismo para evitar que la cultura avance es la nostalgia. Demuestran que para generar cultura solo hay que dejar que pase el tiempo suficiente como para que algo parezca nuevo. Y es en generaciones nostálgicas, como las nacidas en los noventa y principios de los dos mil —a las que se les ha arrebatado el futuro—, donde tiene más sentido que nunca valerse de este sistema de cultura en continua repetición.

En el momento en el que el futuro nos fue sustraído, tuvimos que idealizar un pasado del que apenas tenemos recuerdos sólidos. La infancia entendida como un terreno fantasmagórico en el que el capitalismo de plataformas se sirve para rebuscar nuevo contenido. Un pasado en el que se busca la rentabilización de la principal vía de recuerdos: las imágenes mediáticas. Imágenes recontextualizadas al presente. De dos dimensiones a tres. Del VHS al streaming. Oligopolios como la industria cinematográfica o la musical se dedican a blanquear contenidos o a fagocitar, sin pudor, movimientos contrarios a sus lógicas, como es el caso del feminismo. Ahora es el presente el que nos trae continuamente a escena un pasado en el que no conocíamos las responsabilidades, las dudas, las crisis económicas.

Si la nostalgia es el principal problema de la cultura contemporánea, es imposible creer que no afectará a la música urbana. De momento, es importante volver a señalar que, en líneas generales, se encuentra en un punto de estancamiento y que puede que sea la incapacidad de ceder el testigo o un intento de reedición los que firmen su sentencia definitiva.

Por otra parte, la pérdida de visceralidad es la otra gran señal de desgaste. Algo que ha sufrido, en gran medida, debido al acomodo que ha supuesto su consolidación y el paso de los años. Porque la profesionalización, el academicismo y la falta de espontaneidad han invadido lo que se creó gracias a la falta de consciencia y libertad creativa de unos pocos. Son, sin duda, los síntomas de un capítulo final. Es el momento de asumir que esos años, los de mayor primitivismo, se acabaron hace mucho tiempo. Y es el momento de reivindicar que fue, durante ese momento, cada vez más lejano, cuando se alcanzaron las cuotas de originalidad más elevadas. Y todo gracias a un puñado de canciones subidas a YouTube o Soundcloud sin intención de monetizar, que solo buscaban demostrar que otro tipo de música era posible.

Puede que parezca inconexo criticar la nostalgia y hablar de hace cinco años como si fueran cinco siglos. Pero es importante volver a ese pasado tan reciente para incidir en una pregunta: ¿queremos volver al pasado o construir un futuro mejor, más libre y virtuoso, justo lo que parecía que iba a suceder cuando todo estallo, cuando parecía que podríamos dejar de ser dóciles, vivir de una manera distinta a la que estaba fijada? Por eso, mientras seguimos en nuestras habitaciones conectadas, es necesario reflexionar sobre el futuro. Tal vez, dentro de un tiempo, lo mejor sea conservar el recuerdo y evitar reeditarlo. Tal vez lo mejor sea borrar cada cuenta de YouTube, ¿o no recuerdas cuánto hater había en el Plan B?

1 En enero de 2020, La Vendición presentó su nueva temporada en La Casa Encendida, un espacio claramente ligado a la vanguardia cultural. Puede que, dentro de cuarenta años, este género acabe ocupando una sala dentro de la colección permanente del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. En ese espacio se exhibirán los primeros temas de Pxxr Gvng, los mejores memes de trap y proyecciones de los beefs que marcaron nuestras vidas.

2 Patricio Martín (El Hierro, 1993) consiguió que Contando lunares se convirtiese en una de las canciones del verano de 2019. Un tema que logró sonar por igual en verbenas, discotecas y en los coches que disfrutan sin ironía de Europa FM. Nadie podría decir cuál es la causa. Pero, seguramente, el responsable fue su pegajoso estribillo. Aunque puede que haya algo más. Hace meses, unas declaraciones suyas en una entrevista en El Español desataron la polémica. “Un médico tiene que ganar más que un barrendero y si el barrendero quiere ganar más pues que estudie como un médico. Y si no tienes las oportunidades… El mundo puso las reglas y tú tienes que buscar las trampas”, aseguró el músico canario. Don Patricio, además, soltó diversos comentarios sobre género y política que hacían entrever un cierto cariz conservador en su mentalidad. Ahora bien, ¿y si Don Patricio también buscó sus trampas en el sistema para llegar ahí? ¿Cómo pudo un músico tan secundario, hasta ese momento, alcanzar tanta repercusión en la escena? ¿Y si se valió de una especie de acuerdo con la industria para que su canción tuviese más éxito del que merecía? ¿Y si el cabildo de El Hierro financió Contando lunares para fomentar la imagen de la isla como potencia musical? ¿Y si la música urbana (y su audiencia) siempre hubiera sido facha y la llegada de un facha como máximo representante y eslabón con la radiofórmula hubiera sido el triste final a esta aventura? ¿Y si Lola Índigo fuese la responsable de este enrevesado plan?

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