Toda Hora.: Querido niño dos puntos

“Diría que eso/es/todo lo que/necesitas/saber de/mí”

Estamos en el pabellón griego del Louvre, estamos en un sofá, estamos en la cama, estamos dentro de una campana, delante del escritorio de la habitación, debajo de un estante que cede con el peso de lo que tiene encima. En todos esos sitios hay un reloj de pulsera que miramos para darnos cuenta de que tenemos un corte en el dorso de la mano. Toda Hora. (Cántico) son momentos concretos de la vida de Manuel Mata Piñeiro. Están al alcance de todos aunque no se pueden tocar, son estatuas de mármol que se manchan de sangre entre las que se mueve un guarda y se te ve acercar los dedos manchados se te echa encima para partirte la cara.

Querido niño dos puntos

No elegimos donde nacemos, esa es la única tradición o verdad absoluta en la que creo. Si fuésemos pájaros habríamos nacido con la canción y el nido dentro, hablaríamos su idioma y estaríamos entre ellos. No sabríamos que Bart le vendió su alma a Milhouse por 5 dólares, que el corazón de Bulbasaur es un guisante verde o que Sirius Black estuvo quince años sin ducharse por culpa de una rata. Esto también es eso que llaman “poesía generacional” ¿no?

“El reparto de Friends como un blíster de antibióticos que se convierte en sonajero”

La poesía de Mata es, sobre todo, el reloj de su padre. Todo gira en torno al tiempo según lo concibe un padre. Si él cocina es la hora de comer, si se tumba es la de la siesta, si coloca un estante allí debes poner tus cosas porque nunca se caerán. La madera cederá pero no se partirá porque la hizo mi padre. Él se reconoce en su padre, en la mezcla de pasado, presente y futuro en la que se mueven lo que escribe. Se baña en su propia sangre porque ambos comparten sustancia. Esa sangre cabe en las pequeñas botellas de plástico verde del barco pirata de juguete y con las que se dio cuenta de que cuando algo funciona mejor es lo único que funciona.

Querido niño dos puntos escríbeme un poema

Toda Hora. nos recuerda que necesitamos a gente que nos diga cosas que suenan bien pero no sirven para nada. Que nos señalan los cortes y hacia donde duelen. A veces esas personas están en otro cuerpo y leen tu lado, te hablan del futuro o están en silencio. Ahí es donde empiezan todas las guerras, en la masa que confundimos con un agujero negro en el que queremos entrar.

“Tiene un lunar en el pecho.
Se lo toco con el dedo como si fuese un botón.
Las bombas nucleares estallan en el este”

Otras veces somos nosotros mismos y nos dedicamos a evitar que toquen ese dolor. La guerra es a bofetadas con uno mismo simulando la caza de un mosquito “que la muerte se empeña en hacer bailar”.

Gracias querido niño posdata dos puntos

Mata introduce fotografías en series de dos entre los poemas. Crea una zona en la que reposar los textos más que un corte en seco de la lectura. No los ilustran, los cohesiona y contextualiza en un escenario entre París, Islandia y Pontevedra. Las imágenes son un niño que se sube encima del perro para poder subirse encima del caballo.

Toda Hora. es complejo porque no entra en un tema concreto en el que cimentar un libro, sino que utiliza varios elementos que relacionan los poemas hasta trazar una carta al niño que ha sido. Como él explica en la entrevista de Pilar Montero en Cordópolis: “Cada poema va hacia lo suyo”. Busca alejarse de él acercándose a lo que ha vivido, asimilando cada uno de los datos y momentos que forman su presente. Es la definición de lo personal, alguien al que le interesa hablar más de su cocina de los ángeles porque sabe lo que significa.

“toda hora es la última de alguien”

Podría ser peor, Alberto Acerete

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