Bailar penas, la playlist

bailar penas

“La palabra no debe entenderse en sentido retórico, sino más bien en sentido gimnástico o coreográfico”
Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso

Yo no bailo, soy más de mover el cuello para reconocerme en el tempo de lo que escucho, los sonidos que forman el conjunto y lo que me dice. Soy demasiado aburrido como para divertirme. Eso hace que beba más que los demás cuando estoy (estaba) de fiesta por el centro. Me recuerdo en conciertos y festivales con mis amigos riéndose de mí porque solo sonrío y les miro cuando algo me gusta. Observando con fijación la mesa del dj y pensando en mis cosas como si trabajara para la SGAE, aunque la última noche que salí estuve exactamente 10 segundos moviendo los pies y la cadera porque sonó Verbena y la tristeza de ese tema de Novedades Carminha me obliga a moverme por no llorar.

Cuando analizo las otras veces que he bailado, o por lo menos lo he intentado, siempre pienso en las mismas personas; las que me han visto hacerlo conociéndome, a las que he conocido después y con las que compartí espacio-tiempo porque bailaban en el Marea mientras yo jugaba al futbolín. Pero si quiero leer la mejor forma de escribir sobre bailar recurro a Alex/el otro Poscultura y algo que me envió sobre el día que estuvimos en un concierto de C. Tangana la primera vez en muchos años que la Stereo organizaba un bolo de rap.

No bailo porque me da vergüenza. Me siento observado hasta en la oscuridad y la ebriedad de los sitios. Pero me gusta pensar en bailar. En bailar penas. Ese movimiento más cercano a lo estático de lo que parece. Permanecer en un mismo lugar mientras simulas que te desplazas. Es como pasear por la ciudad una y otra vez para acabar volviendo a casa. Te mueves pero no, no te mueves pero te consuela que parezca que sí.

Verbena es precisamente el tema que descubrí paseando por Madrid y con el que descubrí que lo aparentemente alegre puede no serlo. Ahora puedo convertir al drama cualquier canción que escucho, por eso he preparado esta playlist con elecciones propias y sugerencias de la gente. Aquí tenéis casi tres horas de bajona bien camuflada con euforia. Temas con una tristeza intrínseca y casi subliminal que se puede obviar en ciertos momentos por la energía de su música.

Bailar penas, aún sin bailar, es un derecho que me gusta atribuirme. Un cliché del que se pueden sacar mil referencias y me encanta. Cabe la posibilidad de bailar incluso sin música, de crear una performance en un lenguaje ajeno al resto y con un ritmo totalmente personal. Al final la música es un complemento, lo necesario para estar triste es el Yo y el Otro, personas estáticas que cargan de sentimientos presentes en ellos mismos.

Como no bailo, paseo con esta lista en repeat, que es casi lo mismo para mí. No quiero darle más vueltas, a bailar.

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