La piratería, el oeste, la mafia. Lo primero es una actividad, lo segundo es un lugar y lo tercero es muchas cosas, pero yo lo dejaría en un comportamiento. Puede que la mafia englobe todo lo demás, puede que los piratas y los forajidos tuvieran mucho de mafiosos. Son tres perfiles que me atraen desde siempre. Les une algo: la libertad. Me viene a la mente el concepto de justicia. La justicia sin libertad no es nada.
En todos los casos se trata de personajes que están fuera de la ley, que no cumplen las normas. ¿Y si me llama la atención por su valentía para saltarse las normas? Mi infancia estuvo marcada por las reglas. Fui a un colegio en el que me cansaron a base de directrices católicas. Esto produjo un hartazgo que, con la madurez, me ha llevado a valorar la rebeldía. No sé si me ha llevado a aplaudirla demasiado. Un pirata, un forajido y un mafioso se saltan lo permitido.
Tampoco les quiero blanquear: se saltan las normas hasta el punto de robar y matar. Los peores pecados. Seguimos en las mismas: los hacen más atractivos. No descubro nada, de todas formas. Es un perfil que llama muchísimo la atención. Solo hay que ver las series por las que apuestan las plataformas actuales. Raro será que no la protagonicen un narco o cualquier loco que bordea los límites que nosotros no podemos bordear. Porque nos gusta el peligro al otro lado de la ficción.
El entorno y el contexto son fundamentales para entender nuestro entusiasmo. Los tres mundos reúnen una característica importantísima: la hipocresía de todo lo que les rodea. En el mundo de los piratas las leyes y los derechos fundamentales estaban aún muy lejos. Imperaban, sobre todo, monarquías que no cedían terreno. Las libertades eran una quimera. En el caso de los forajidos del oeste vemos que sí hubo una apuesta por la civilización. Pero el intento era cínico: mataban a los nativos y la democracia no era garantía de nada. ¿Y con la mafia actual? ¿Es nuestra democracia lo suficientemente fuerte como para soportar los embistes de las organizaciones criminales? Me acuerdo de una conversación entre Kay y Michael Corleone en El Padrino.
Kay: “Michael, no seas ingenuo, los políticos y lo senadores no matan a nadie”
(…)
Michael: “¿Quién es el ingenuo, Kay?”
Más allá de la opinión de cada uno: la mafia cobra lugar cuando el Estado es fallido. Cuando lo público no es capaz de proporcionar a los ciudadanos lo que necesitan, ya sea protección, empleo o una justicia digna. Las organizaciones criminales son paralelas al buen funcionamiento de nuestras instituciones: cuanto más poderosas sean y cuanta más calidad de vida den a sus ciudadanos menos opciones tendrá ningún mafioso de conseguir nada. Por tanto, sobra decir que los piratas y los forajidos lo tenían mucho más fácil porque lo que había alrededor se lo ponía en bandeja.
De todas formas, es importante recalcar que nuestra visión de todo este asunto es puramente cultural: nunca podremos juzgar adecuadamente la piratería porque la Historia nunca será capaz de ofrecernos una imagen totalmente real de lo que sucedió. Con el lejano oeste pasa algo parecido. Ambos mundos tienen algo de leyenda, un mito que ha hecho el cine y los libros de piratería. Nuestra visión está totalmente distorsionada por los elementos culturales que hemos consumido desde niños.
Pero nos da igual, porque nos atrae lo prohibido y nos encanta que nos hagan preguntas morales: ¿quiénes son los buenos? ¿Los agentes de la ley? ¿Los corsarios de la corte real? ¿Los fiscales? Cualquier respuesta que no admita matices será injusta porque hay muchas escalas de grises. ¿Por qué nos caen bien y queremos que les vaya bien a los malos de estos mundos? ¿Es porque culturalmente nos los fabrican para que no les odiemos del todo? ¿O porque se atreven a cosas que nosotros no? ¿O es que lo que hacen está ciertamente justificado? La libertad total no existe o, al menos, la humanidad no la ha conocido todavía. Yo me conformo, de momento: la libertad al otro lado de la ficción.
(Alicante, 1994), es productor y guionista de ‘Un tema Al Día’ en elDiario.es. Periodista, se especializó en audio en el Máster de RNE por la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado en ‘No es un día cualquiera’ o ‘De pe a pa’ de Radio Nacional de España y en la productora Osmos Global. Escribe relatos y artículos en Poscultura.