Antz (Hormigaz): La colonia de Platón

Nunca se me va a olvidar el día en el que mi profesora de Filosofía empezó explicando la jerarquización de la sociedad según Platón con un: “este señor era un facha, para que lo entendáis”. Cada vez que leo algún ensayo en el que se le nombra o veo una película en la que el orden social es idéntico me río recordándolo. Pero es cierto que su teoría tiene una visión elitista, a pesar de que el conocimiento sea su vara de medir.

“Chico conoce chica, chica se enamora de chico, chico cambia el orden social”

En Antz (Hormigaz) dicha división de clases es el pilar fundamental del argumento. Las hormigas en esta colonia pueden ser obreras, soldados o de la realeza. Z, el protagonista, es un intelectual fuera de sitio. Ni su alma ni su virtud encajan en la naturaleza primaria del artesano, en el coraje y la irascibilidad del guerrero, ni en la racionalidad del gobernante de la que habla el filósofo. Este planteamiento hace que sea una de las películas animadas que veo cada cierto tiempo. El Annie Hall versión educa divierte. De hecho, Woody Allen es quien pone la voz y la personalidad de Z: un neurótico, inseguro y pesimista. La debilidad de cualquier espectador neurótico, inseguro y pesimista.

La verdad en El caballero oscuro

Z carece de la habilidad que necesita para rendir en su puesto de obrero y el “todo por la colonia” le hace el efecto de un café descafeinado. Esa mentira en la que se ve encerrado te hace ver Antz con un ojo puesto en El caballero oscuro, obra que según Zizek “eleva la mentira a un principio general social”. En esta mentira Batman es lo que necesita la ciudad para no enfrentarse a la supuesta realidad y el Joker es la verdad que lucha por filtrarse en las personas gota a gota hasta que tengan que nadar para no morir ahogadas.

Z es el Joker que necesita la colonia, un villano que lucha contra el poder. La utopía de la libertad es lo único que le mantiene despierto, lo que le concede la oportunidad de convertirse en ese antihéroe disfrazado de héroe. Porque los supuestos agentes del orden son “cínicos que, aún sabiendo la verdad, le cuentan a la gente común lo que Platón llamaba ‘una noble fábula’. Una mentira”. El ejemplo utilizado por Zizek es la rueda de prensa de EE.UU. hablando de las armas de destrucción masiva de Irak.

El héroe de la colonia

Este villano acaba representando al héroe suicida que arriesga su vida -porque es lo único que tiene- para buscar algo mejor. Con cierto aire a Travis en Taxi Driver, el protagonista consigue que el pueblo le mire, le escuche y le apoye. La necesidad de una fuerza bruta por parte de Z para establecer cierto caos y conseguir su objetivo pasa por la ayuda de un miembro de cada estrato social: realeza, soldado y obrero. Aquí nuestro ojo pasa de Batman a La chaqueta metálica, de la que Zizek dice que muestra la disciplina militar más allá de “seguir ordenes sin sentido” porque muestra ese mundo con una “distancia irónica” que nos permite no ser máquinas. Cosa que también se muestra en Los 12 del patíbulo, entre otros títulos. Esta distancia que hace ver la brega como algo más importante es imprescindible para entender el objetivo. Y así es como, con la ayuda de estas tres piezas clave, nuestro anarquista desarma el sistema.

El problema llega cuando todos necesitamos un héroe como en Antz (Hormigaz). Si alguien cumple con ese arquetipo, nuestro imaginario lo convierte en un ser superior al que seguir. Un Dios. Y siempre que esto pase, es necesario recordar que dentro de la boca de Saturno no se ve nada. Muchas veces este héroe resulta no serlo y pasa de Bruce Wayne a Harvey Dent.

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