“limpios y sin significado”
Adrián: Contra el verano es un libro contra la playa. Contra la playa, la herencia, la familia y el recuerdo. A favor de la memoria, del relato, del amor, del terror. Rocío Simón ha escrito un libro que tiene huecos para un lector ajeno a la periferia y para mí como hombre. Me llegó a casa por su “relación” con Odio la playa y la primera vez lo leí mal, buscando similitudes. Es imposible encontrarlas porque Contra el verano es un libro que Rocío ha escrito para generar huecos que solo puede llenar ella.
He pretendido leerlo para decirle algo a Rocío y que rellenara espacios sobre lo que solamente ella puede explicar desde ella misma. Ha decidido obligarme a conversar, relacionar desde ambas partes los escenarios y las imágenes hasta llegar a una conversación poco constante pero muy rebuscada, porque cada uno plantea y responde casi siempre hacia sí mismo. Contra el verano es una conversación a solas.
“ojalá ser igual de detallista
que una mujer
al borde de un ataque de nervios”
Rocío: Dicen que el odio compartido hacia algo une a las personas. Adrián quiso leer Contra el verano desde su propia escritura: no le culpo por buscar el encuentro. Es bello que sea en los huecos donde se abre el espacio para un diálogo.
Sé que vivimos con una angustia similar, pero tu playa es de ciudad y mi verano es de pueblo. Hay algo en esos pueblos que da una sensación de circularidad, de repetición. Como los sitios siempre son los mismos, da la sensación de que el tiempo no avanzara, de que los recuerdos de los que hablo estuvieran sucediendo siempre.
La playa era el calor, significaba la obligación a convivir en familia pero, sobre todo, ir a la playa significaba mudarse temporalmente a otra casa. Vivir sin internet y sin amigos durante un mes que se hacía eterno. En algún momento, algo se fractura y la playa se vuelve odiosa. Adrián dice: “Yo pasando veranos enteros en casa porque odio la playa”. Supongo que se vuelve odiosa en el mismo momento en que uno empieza a ser adolescente y a renegar de todo, porque en el fondo no entiende gran cosa. En la adultez, no obstante, el silencio de los pueblos costeros es un regalo.
“sería tan bello posar y no moverme durante horas
tener fe”
Adrián: Si nada permanece, los cuerpos acuosos han sido más bien de arena que antes fue polvo. El mar moja los cuerpos arenosos y los hace barro madre. La arena me da tiricia, la sal me da repelús. La playa existe a pesar de sus elementos. Existimos a pesar de nuestros pasados. O algo así. Porque yo nunca he tenido un pasado en el que la playa fuera un sitio al que mudarse si no del que alejarse un poco buscando algo cerrando la ciudad hasta dejarla en un barrio. Tener sitio al que ir es un lujo.
Rocío habla de la herencia de los cuerpos, de la levedad de la herencia en el mar y de que el problema viene cuando sale. La gravedad vuelve, la presión aumenta al cargarte a ti mismo y a los demás.
Rocío: Todos hemos sido bañados en el mismo mar. Después nos abandonaron en la orilla. Aún cargamos con los restos de la arena que se pega por todas partes. La sal que permanece. Adrián dice en Odio la playa: “la playa es un sitio en el que entras limpio y sales sucio”. Me gusta pensar en Contra el verano en términos de herencia en muchos sentidos: la herencia familiar donde el dolor recae en los mismos lugares viciados, cómo se impregna eso en el cuerpo; la genealogía de mujeres y sus barrigas llenas de arena… Hay algo de esa herencia que también tiene que ver con la repetición, con la circularidad. Con una especie de profecía.
Sé que tener sitio al que ir es un lujo, pero durante un mucho tiempo no se sentía como un lugar al que viajar, al que escapar sino el espacio en el que esperaba que pasasen las horas hasta volver a Sevilla (¡a pesar del calor!).
Adrián: En Contra el verano no hay nostalgia de infancia pero hay amor. Hay manos que se mojan con el agua y permanecen. De esas hay pocas, que no se arrugan sino que absorben, de las que te tocan y hasta vas a la playa con ellas. De las que indican el tacto de las palabras y la arena de los pies carece de importancia. De las que imaginas almorzando en vuestros tiempos distintos.
Rocío: La familia es el primer acercamiento que tenemos al amor. El amor a un padre, a una madre, a un hermano es la primera referencia que tenemos del afecto. El amor en la playa también tenía que ver con quedar con una persona que no vive en tu ciudad pero que veranea en el mismo sitio que tú. Ir a la playa juntos. Ir por la noche, que era el mejor momento de la playa. No besarse nunca y no volver a verse: así de breve era todo (finito). Tiene algo de infantil el amor en verano, porque nace en un espacio de descanso, en la ausencia de responsabilidades (en un espejismo). Como dice Alba Flores: “El amor es preguntar / ¿vienes conmigo hasta la boya amarilla?, / apuntar con un dedo el horizonte / y no tener que nadar en soledad nunca más”.
Adrián: Tiene algo de infantil el amor, siempre, porque inventa espacios de descanso, porque siempre es de verano, adolescente y brilla de sudor. Rocío Simón escribe contra las cosas porque está orgullosa de haber crecido. Habla de Madre, Padre, Hermano, Amor. De la duda como costumbre, de la adolescencia como hábito, del “terror como explícito que no puede ser cambiado”, como dice Rodrigo.
Contra el verano no tiene odio y, si acaso, es cruel con ella misma. Si me preguntan por la poesía siempre digo que son fotografías. Contra el verano está lleno de fotografías.
“¿me querrías aunque mis muñecas
y mis tobillos
estuvieran a la misma temperatura?”
Rocío: Contra el verano es imagen porque solo pensamos en el verano a través de postales. Sin embargo, al final del álbum hay una foto doblada, una foto que salió mal, una foto en que los niños se pelean por un castillo de arena, una foto de la comida que sobró y se tiró a la basura. Nadie piensa en el corte de digestión cuando piensa en el verano. Todos piensan en nadar hasta la boya amarilla pero nadie piensa en el cansancio de unos brazos jóvenes, inexpertos.
La fotografía es estática, no se mueve. Es elegante en su levedad, es elegante en su calma. Si las fotografías pudiesen moverse mostrarían su vulgaridad. Los personajes de Contra el verano salen de la fotografía, como un trampantojo. Adrián en Odio la playa dice: “Escribir es un patio pisable / Escribir es manchar para fregar”
La elegancia es la exclusión de lo distinto, una selección. En toda selección hay omisiones. Eso comparten las postales de ciudades turísticas y costeras con los seres solemnes. Ocultar, por favor, todo indicio de violencia. Hemos venido a tomar el sol y descansar.
Escritor, periodista cultural y librero en la librería 80 Mundos. Codirector de todo esto. He colaborado en medios como eldiario.es o Le Miau Noir. Formo parte de la antología Árboles Frutales (Editorial Dieciséis, 2021) y Odio la playa (Cántico) es mi primer libro.