Marcharse y aguantar

Los últimos versos de Turnedo, seguramente la canción más conocida de Iván Ferreiro, dicen: “¿Quién no tiene valor para marcharse?”. Lo repite hasta tres veces. Y luego, un giro: “¿Quién prefiere quedarse y aguantar?”. Todo acaba con un alegato, con una contradicción. O, quizás, con la mayor clarividencia: “Marcharse y aguantar”. A veces, aguantar no tiene que ver con quedarse en el mismo sitio. En ocasiones, aguantar implica, precisamente, movimiento. La palabra ‘aguantar’ tiene una connotación ligada al peso, a soportar una carga. Esa carga suele aparecer con mayor frecuencia cuando uno sale del sitio en el que está y se va a otro sitio. No necesariamente la carga tiene que ver con permanecer, por mucho que uno se quede en el sitio en el que sabe que ya no puede estar. Poscultura es un lugar del que uno nunca se querría ir por voluntad propia. Por eso, me imagino a Adri haciéndose esa misma pregunta: ¿Tendría el valor necesario para marcharse?

Estos días me acordaba de los inicios de Poscultura hace cinco años. Poscultura ha sido un lugar, eso ya lo hemos dicho, pero no es poco. Un sitio en el que estar. No siempre hay un sitio en el que estar. Ha sido un hogar cuando todos los hogares saltaban por los aires. Y eso es para estar agradecido. Ha sido el lugar en el que más me he sincerado y en el que he contado todo mi proceso personal. Este proyecto nace apenas unos meses después de la muerte de Paula. Desde el principio, esta ventana ha sido una oportunidad para escribir sobre ello. El proceso de duelo no habría sido el mismo sin esos textos. Sin ese achís, sin esos tabiques. Eso lo sé ahora. Entonces, solo trataba de sobrevivir de la única manera que sé: dando sentido a todo a través de la escritura.

Los textos que he publicado en Poscultura me han dado un relato que me ha ayudado a aprender una vida sin Paula, un adiós reposado y basado en la belleza. Mi historia está en esas líneas. Pero mi historia importa poco, en el fondo. Siempre he intentado que mi historia, que en realidad es la historia de Paula, sea la historia de todos. Solo así tiene sentido. He buscado convertir en belleza aquello que era más oscuro. He intentado crear diamantes aplastando carbones con las manos desnudas, como diría Rosa Montero. He creído en ese amor como motor de salvación y, desde la honestidad más absoluta, he intentado que esa manera de amar llegara a todo aquel que leyera esos textos.

De alguna manera, Poscultura ha sido un hilo conductor, que hoy siento que une finales y principios y que da sentido a todo. Aunque, la verdad, si algo he aprendido en este camino es que no hay principios ni finales. Todo es un viaje de ida y vuelta. Cuando en 2018 se creaba Poscultura y yo afrontaba tanto cambio en lo personal pensé que para mí se iniciaba una nueva vida. Sin duda, acabó una vida, pero no sé si la nueva empezaba del todo en aquellas fechas.

A mí me han pasado muchas cosas desde entonces. ¿Y a todos? Vayamos a lo importante: el Hércules perdía en 2018 y ahora pierde mucho más. La izquierda se peleaba por aquel entonces y, ahora, en fin. La primera moción de censura que salía adelante en España. El primer gobierno de coalición. Una pandemia, una guerra en Ucrania. Desde que Poscultura existe siento que todo es endeble, que nada se puede agarrar con las manos y sostener durante mucho tiempo. Estos años han sido de inestabilidad, precariedad, fragmentación. Todo por los aires.

Ahora miro a mis pies y siento que están en un lugar. Todo se tambalea un poco menos. El duelo no es el de hace cinco años. He descubierto que me puedo sentir en casa. Incluso, que puedo llevar un hogar conmigo, de manera permanente. Es posible que la vida, la verdadera vida que yo buscaba sin buscar, empiece ahora realmente, cobre sentido ahora. Quizás terminan ahora de encajar todas las piezas del puzzle. El paso del tiempo me ha enseñado que sí, que la alegría es tenaz.

Con Turnedo me pasa como con muchas canciones tristes: me ponen contento. Me alegran el día, porque yo soy de los que cree que se le puede cantar a un adiós con todas las ganas del mundo. Con toda la razón del mundo. Sin desdeñar lo anterior, sin juzgarlo, sin arrepentimiento ni culpa. Pienso que hace falta valor para quedarse. También para marcharse. Que Poscultura haya existido es una maravilla, un motivo de celebración y de juerga permanente. Poscultura es una canción que siempre ha parecido triste pero que en el fondo acaba siendo muy alegre. La letra que escribe la historia de esta revista dice cosas que pueden invitar a la pena, pero que siempre han sido escritas de una forma que nos ha llevado a todos a otro sitio muy diferente. Diferente y mejor. Brindemos por ello. Y gracias.

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