“Frente a la forma, el río”
Juan Benot
“La literatura no es un lenguaje “superior”, no es “alta cultura”, está a la más intensa altura de la vida aunque la academia o la crítica a veces la guarden en un estante alto para que la mayoría desista alcanzarla”
Elsa Drucaroff
“La literatura no es lugar para pobres”
Sergio Chesán
Todas estas notas y cuestiones vienen de un interés por entender, como alguien que reseña (cuando puede) desde un punto de vista literario, estético e influido por la obra sin ningún tipo de interés académico, aunque sí que lea ciertos papers, ensayos y tesis para entender todo lo que sucede a su alrededor. Porque yo no odio a la academia, tengo amigos académicos.
En 1960, en Lingüística y poética, Roman Jakobson habla del estudio del lenguaje poético/poética del lenguaje y utiliza un eslogan político (I like Ike) como ejemplo con el que mostrar que la poesía puede partir de lo sencillo. No sé si este es el precedente desde el que hablar de la ruptura de fronteras entre el estudio y la práctica. Entendiendo estudio por académico y práctica como lectura, escritura y disfrute de la misma sin pretensión.
Edgardo Dobry habla en Celebración de este estudio y otros tantos en un ensayo que comienza pareciendo una tesis y se da convirtiendo en un recorrido divertido e interesante de poetas latinoamericanos que rompieron esa barrera.
Dice Dobry que “el trabajo del crítico no reside en la relación entre experiencia y poema sino en el análisis riguroso de este último” y yo confío más en la teoría que explica de Cleanth Brooks en la que dice que “el poema organiza y da forma a una experiencia”. Si el poeta escribe a partir de o para crear una experiencia el lector, incluso siendo Un Crítico, debería buscar la experiencia y entenderla, no solo analizarla. El análisis riguroso anula la capacidad de hacer literatura.
Otro de los temas de los que habla Dobry a partir de Jakobson es que la poesía moderna habla desde el tiempo, desde lo que existe frente a ella. Creo que lo importante en la poesía es la contemporaneidad, que es a lo que se refiere el autor, y no la generación o la edad como se insiste constantemente en definir a las autoras. Ahora mismo, alguien de 18, de 28 y de 38 pueden estar escribiendo exactamente el mismo poema o robándose frases para hacer como en De qué hablamos cuando hablamos de amor. La poesía es el río.
Lo que quiero decir es que es interesante (incluso importante) saber de lo que se habla y utilizar la teoría para ponerla en práctica. Analizar sin perder la capacidad de dejarse llevar. La crítica siempre será necesaria si se puede transportar a los lectores que no tienen porque estar formados. Al final, el acceso a la cultura empieza por los que nos dedicamos a ella.
Otra relato que me llama la atención es la de los discípulos de Andrés Bello y Sarmiento en 1842 como bandos enfrentados. Bello defendía el estudio y la norma para evitar hibridaciones del lenguaje y Sarmiento defendía que el autor aprendiera la lengua del pueblo y viceversa. Creo que el autor más que aprender y hablar la lengua del pueblo debería ser alguien del pueblo, que haya una comunicación entre ambos mundos para que funcione como debe. Que no existan dos mundos. Y que, a Bello, ahora mismo le daría un infarto por la cantidad de variantes del Español que existen y que dan lugar a tantos libros buenísimos.
Al final, lo que Bello rechazaba era que existieran poetas de provincia. Negando los diferentes dialectos y jergas niegas la existencia de la periferia y eso no es posible cuando todo es periferia. La poesía es un género periférico y cuando se practica en los márgenes se convierte en algo impredecible porque cada uno lo hace a su manera. La poesía es bailar en chanclas. Que quede claro: poeta de provincia no es Autor Local®.
No quiero decir que no exista ya una crítica literaria, poética, accesible y disfrutable que además es analítica. Tenemos podcast y medios digitales haciendo cosas que representan esa idea más actual frente a la imperial. Tardeo, Popper Magazine, Deforme Semanal o Casapaís y editoriales como Candaya, Letraversal, Cántico, Tránsito o Editorial Dieci16** trabajando desde el manuscrito hasta la presentación del libro. A lo que me refiero es a que, desde la imperial debería de crearse un vínculo que expusiera los factores que creen importantes que todos entendamos para así generar algo de empatía entre ambos lados del río. Lo importante y necesario es encontrar la reconstrucción, coger “la labor del crítico” y reescribirla. Conectar, traducir y conversar para que se piense en poesía como en canciones con la que dejarse llevar. Acabar por conseguir que se escriba desde el lenguaje normal, no convirtiendo al lenguaje normal. Me gusta que cuando explico porqué algo me gusta (o no) se me entienda, y eso depende de mí.
Lo cierto es que Dobry se acerca mucho a lo que digo y de ahí el interés de este ensayo que tanto tiene que ver con el 50 Estados de Ezequiel Zaidewerg, como hablamos el otro día en Altavoz Cultural. Tanto que sus referencias a T.S.Eliot me han llevado al Amor y pan de Paula Melchor cuando juega con The Waste Land, A Game of Chess para escribir algo que parece más un tema pop que un poema, aunque creo que son lo mismo. La poesía es música, el río es música. Se acerca cuando habla del poema Carta abierta del libro Metal pesado de Alejandro Rubio. Tanto que diría que la página 207 es la mejor de todo Celebración porque está llena de lingüística, historia y explicaciones escritas desde el éxtasis de leer el poema.
Si podemos escribir influidos por los demás podemos hacer crítica influidos por la obra que leemos. ¿Cuánto cuesta eliminar lo cerebral aunque sea en intervalos de 10 segundos mientras toma notas de lo que quiere decir? ¿En qué punto está esa idea? Partiendo del párrafo en el que Dobry habla del soneto de Quevedo “A Roma sepultada en ruinas”, hay una crítica buscada y otra encontrada. La crítica imperial o lo que queda de ello y la crítica actual, o mejor dicho, la que parece que puede surgir. Una crítica que parece en ruinas pero está en construcción para intentar ser, en cierto modo, también una creación como en el Too late de Mario Aznar.
La poesía es el río. El que escribe Juan Benot en Las cañadas oscuras (parece que Letraversal me pague pero no, son todo lecturas que estoy haciendo ahora y podría hacer una lista con referencias de este último año pero no). Un libro que es ejemplo de minimizar la distancia entre bibliografía y poesía, llegando al centro de las cosas. “Tengo que inventarlo todo” es la norma que parece tener que seguir el que quiere bajar al suelo lo que está en los edificios con nombres de desconocidos.
La poesía es el baño suabo de Hertha Müller a la inversa, es el niño el que se mete cuando el agua ya está fría y sucia. Y si la poesía habla de los cuerpos, del discurso social, de lo que mira, piensa y conoce de ahí tiene que salir una lectura que haga lo mismo. Que se consiga algo así como lo que buscó Los poetas comunicantes pero no solo desde la poesía, sino desde su análisis. Aunque veo muy difícil que alguien asuma el papel de Nicanor Parra* en esta situación. La crítica debería llegar a ser ese baño suabo, llorar primero con Pizarnik y luego escribirlo, entender la escritura para explicarse lo ella te hace. Entender el “lenguaje deformado” para explicarlo con gestos. Aprender también a no hacer cuando no es necesario. Ir hacia la poesía a fuerza de que esta también se acerque.
“Escribir en castellano siendo otra cosa que español”
Edgardo Dobry
*Por cierto, Parra ha llegado a muchos lectores a través de Poeta Chileno, el libro con el que Zambra divulga sobre poesía sin necesidad de citar en APA.
**Pido perdón a todos los medios y editoriales que me habré dejado pero no quería enumerar nada, solo he escrito las referencias que tengo encima de la mesa y las pestañas abiertas en el Chrome.
Escritor, periodista cultural y librero en la librería 80 Mundos. Codirector de todo esto. He colaborado en medios como eldiario.es o Le Miau Noir. Formo parte de la antología Árboles Frutales (Editorial Dieciséis, 2021) y Odio la playa (Cántico) es mi primer libro.