“Sin olvidarnos de que en mí, en mi obra, en mi creación, impera más la historia que la novela: es Historia”
“Bueno, en primer lugar te podría decir que todo eso está en mis libros. Todo cuanto se podría preguntar sobre mí está ya escrito, y quizá con más exactitud, más novedad, más precisión. Ahora me encuentro en un momento digamos que distinto, y no es que con ello quiera negar lo que haya podido hacer, que no apruebe lo que en otros momentos dije o lo que he llegado a ser. No, no, yo soy el mismo y así desapareceré del mundo. Pero perdona, ¿me preguntabas…?”
Esta ciudad tiene edificios que se llaman como personajes importantes que realmente nadie conoce. Estos espacios no son turísticos pero tampoco dedican sus esfuerzos al cuidado de la cultura local de la forma que presumen. Si paseas por aquí reconoces letreros con el nombre de ciertos sitios, pero ni los que los frecuentamos podemos decirte por qué se llaman así. Llevo ya dos años vendiendo libros en presentaciones en esos edificios y he podido ver como siempre la misma gente los ocupa para hablar de memoria, historia y arte que solo les interesa a ellos mismos. No sorprende que las instituciones* y la academia hagan las cosas por y para la academia**.
Pero en ciertos aspectos sobre los que cualquier nombre propio, partido político o institución llama patrimonio me es imposible comprender nada de lo que se hace. Esta ciudad tiene edificios con historia y edificios a los que se le intenta agregar una historia. El edificio del Instituto de Cultura Alicantino Juan Gil-Albert***, por ejemplo, es un homenaje al escritor Juan Gil-Albert, ¿no? Bien. Vale. Pues vamos a hablar de Juan Gil-Albert, vamos a intentar que se sepa por qué existe esa necesidad de nombrar a edificios como personas pero, a la vez, se ignora totalmente la parte en la que hay que explicarle a la gente quienes eran.
Si la cultura se queda en esa concepción de aprendizaje puramente aplicado a las cuatro paredes de los espacios académicos nunca va a estar presente en los espacios intangibles, en los imaginarios de la gente. Si las cosas no se piensan no existen y eso pasa con absolutamente todo lo que tiene que ver con estos temas aquí. Si nadie sabe que hay un museo en la ciudad que tiene una sala de proyección inutilizada, nadie piensa en ello, por ejemplo. Si para saber quién fue la persona que da nombre a cierto edificio que me ha llamado la atención y para saber esa info tengo que haber estudiado específicamente sobre ello o acceder a un archivo/biblioteca que tiene un horario inaccesible, nunca lo voy a saber. Si el Ayuntamiento utiliza los edificios dedicados a las exposiciones, a la memoria histórica y la cultura para convertirlo en almacenes, no les votes.
Juan Gil-Albert, dice Luis Antonio de Villena en el prólogo de Tobeyo o del amor, amaba la elegancia, la distinción y el talento. Supongo que eso le llevó al exilio, a pasar por campos de refugiados en Francia hasta llegar a México y volver, la convicción de amar le llevó a todo. En el 47 volvió a España, a Valencia, a ver morir a uno de los amores de su vida, quien fue también su cuñado. Siempre escribió sobre la homosexualidad poniéndose como centro de sus textos.
Si bien Heraclés. Sobre una manera de ser, tiene contradicciones y erra (si los artículos que dicen que quería hablar de lo viril como signo de masculinidad rechazando lo “afeminado”) en la idea de masculinidad férrea de personajes como Hércules, que no solo era rudo, fuerte y tenía amantes masculinos, sino que se vestía de mujer y cosía en la intimidad, siempre ha mostrado interés en contar, divulgar, mostrar. Su poesía y sus novelas siempre han tratado la (su) homosexualidad a través de una época y unos lugares que resulta imposible pasar por alto porque moldean la escritura y la historia.
Juan Gil-Albert escribió mucho, se le reconoció tarde, fue un exiliado que pertenecía a la clase alta y se puede decir que lo perdió todo durante un tiempo, pensó y trabajó centrado en la homosexualidad en una época en la que no se explicitaba sobre ello. En su escritura se le conoce, se le entiende. Juan Gil- Albert era de Alicante y su procedencia podría suponer, como la de mucha otra gente, un punto de partida interesante para entender su papel en la cultura, pero no es accesible. Todo lo que he buscado y encontrado sobre él son tesis, trabajos universitarios, investigaciones llenas de citas, referencias, marcos teóricos, contextos sociológicos. Siempre que me planteo este tipo de cosas pienso en por qué a la gente le hace ilusión que alguien que aparece en televisión diga que es de su ciudad. Cómo se reconocen en esa persona y el interés que les genera, haga lo que haga, sea bueno en lo que hace o no. A veces esa sencillez genera mucha más conexión que ese clasicismo cada día más aburrido.
Tobeyo o del amor fue la última obra publicada en vida por Juan Gil-Albert, en 1990. Su contenido autobiográfico sitúa su acción en México país al que Claudio, el protagonista (un trasunto del autor), llega huyendo de España tras finalizar la guerra civil, descubriendo un país extraño y lejano que termina por atraparlo. El texto relata, en aquellos primeros años de la década de 1940, la obsesiva historia de amor entre el exiliado Claudio y Tobeyo, un joven y bello muchacho local, una historia basada en un episodio de la vida real del autor que habría constituido la experiencia más íntima vivida por este durante su exilio.
Tobeyo es una novela autobiográfica, entonces, que habla del amor y de las apariciones que lo marcan. Estando el principio de esta novela relacionado con la idea del homoherotismo del que se habla constantemente en la obra del autor y que se lee sin necesidad de estudiarlo, hay que destacar también la idea del amor a lo que se tiene cerca. En el libro se juega desde el principio con el lugar de pertenencia, desde el que se piensa en el lugar del exilio. La historia se desarrolla en México pero se piensa desde España tanto como se vive en México pensando en la vuelta a España.
“Ayer, camino de la playa, iba, sin proponérmelo, haciendo un balance vital […] La presencia del mar ahuyentó después los reflejos de aquellas pompas de jabón”
Además, comienza desde un escenario que recorre en gran parte de sus poemas.
“”El mar enfrente nada me responde”,
dijiste. Yo contemplo
ese mar tuyo, ahora, ese mar nuestro.
¿Quién no se acerca un día al mar
a remontarse hasta el origen?”
Ante el mar
Es interesante también como la relación entre dos personas de diferentes orígenes habla mucho de la incapacidad de comprensión. Un sentimiento que no solo se expresa hacia fuera, si no que hacia dentro, el protagonista, cuenta experiencias en las que un intelectual acomodado como lo fue él, nunca se hubiera visto. Lejos de parecer un alarde de esfuerzo, es un ejemplo de como se puede dejar de lado la idea de alta cultura y contar las cosas de forma bella y punto. Todo, más allá de la novela, habla de la comunicación.
Llevo un par de meses atendiendo a un cliente que quiere leer sobre ciertos personajes de la ciudad y solo encontramos este tipo de documentos o libros de segunda mano imposibles de conseguir y, mientras, hablamos de lo difícil que es leer por placer sobre estas cosas. No es ninguna tontería pensar en lo fácil que sería poner Gil Albert y que en Google saliera algo más que la web del Instituto Alicantino de Cultura, una foto del edificio y un link de Wikipedia. Que se hablara del cine, pintura y música que ha inspirado siempre. De los lugares comunes desde los que escribe.
“Esto es lo que he pensado,
ahora he comprendido quiénes somos:
irrepetibles. Al menos, en tu caso, qué difícil
que algo como tu voz vuelva a escucharse”
Siesta
Cuando pensamos en Alcoy pensamos en Camilo Sesto, pero nunca en Gil-Albert, Isabel Clara-Simó o Celia Valls. Porque estos tres últimos no han salido del formato papel dentro del edificio cultura, dentro de la habitación estudio. Para llegar a ellos hay que, literalmente, trabajar. Como si de ciertas cosas se pudiera hablar con ganas de contar lo que te gusta y lo que no pero de otras solo se pudiera hablar en código cerebral. Esta ciudad está llena de edificios institucionales con nombres de gente que solo sabemos que fueron importantes y ya está. De bibliotecas públicas cerradas y eternas construcciones.
En todas las presentaciones que se organizan en estos edificios escucho la misma frase de El Autor Local® sobre los jóvenes y la cultura. “Menos redes sociales, más libros y más venir a actos como estos” y lo único que me sale es reírme. Porque no se trata de que los jóvenes no lean o no tengan interés, se trata de que mucha gente que no vive en esos ambientes tampoco acude a esos eventos porque los ignora. Porque lo que realmente quiere la gente que forma parte de esos círculos es seguir diciendo esas cosas. Estoy seguro de que mi cliente no se ha hecho Twitter al jubilarse y aún así no puede leer sobre lo que le interesa porque no tiene carnet de universitario. Estoy seguro de que son los mismos que dicen que los videojuegos generan violencia.
Necesitamos accesibilidad a los espacios, a la cultura y a la oralidad. Esa oralidad puede incluso ser escrita en muchos casos, como los libros de Manuel Puig, que comparte espacio en otro de los títulos de la editorial: El canon de la literatura gay en Español, de Augusto F. Prieto.
“El autor dedicó su carrera literaria a investigar sobre la oralidad del lenguaje, su transmisión y su influencia”
Si personajes históricos no solo pusieran nombre a un edificio y estuvieran en un puñado de papers y, por ejemplo, se publicaran más en editoriales como Amistades particulares como Tobeyo o el amor, se mostraran esos estudios de una forma más sintética, accesible y no aburrida, podríamos hablar de cultura. Si Las afueras no nos trajera a Lemebel o Nórdica el Atlas de literatura latinoamericana yo tampoco sabría de ellos. Si la literatura fuera más placer y menos trabajo se estaría más a gusto en ella.
El propio Gil-Albert mismo critica este tipo de críticas cuando una de las protagonistas, Magda, comenta lo que un crítico dice sobre Homenaje a México, el disco de Claudio. Se pregunta “¿Cómo, se razonaba con lógica primaria, se puede estar en contra de una sociedad debido a lo caduco de sus concepciones y querer, en cambio, mantener en pie aquellos productos en los que se revela, del modo más vistoso y agudo, su carácter?” y yo solo puedo pensar para qué sirven los libros y cuánto participo de esto con lo que me gusta criticarlo y de qué sirve hacerlo.
“¿Puede resumirse un mundo? ¿Aquilatarse su vastedad?”
*Un amor muy grande a la gente que trabaja en recepción, en archivo y en la limpieza de los edificios institucionales porque son los que mejor te tratan siempre.
**“se supone que todo es por la colonia, ¿y mis necesidades?”
***El edificio Gil Albert es en realidad Casa Bardín, un antiguo palacio del cónsul francés Renato Bardín que ahora pertenece a la Diputación y “dispone de servicio de Biblioteca, con más de 18.000 volúmenes especializados fundamentalmente en temáticas de la Comunidad Valenciana y principalmente de la provincia de Alicante, y de consulta de su centro de documentación, en el que se integran varios legados culturales”. Es decir, es un edificio precioso lleno de cosas interesantes que parecen relegadas al papel de inaccesibles.
Escritor, periodista cultural y librero en la librería 80 Mundos. Codirector de todo esto. He colaborado en medios como eldiario.es o Le Miau Noir. Formo parte de la antología Árboles Frutales (Editorial Dieciséis, 2021) y Odio la playa (Cántico) es mi primer libro.