“cuando una travesti llora y te dice que te vayas, es mejor quedarse, porque el dolor de las travestis, las pocas veces que asoma de verdad el dolor de una travesti, es como un hechizo, somete al espectador a un estado de lisergia triste, de pena fosforescente“
Camila Sosa, Las Malas
“las lágrimas de las locas no tenían identificación, ni color, ni sabor, ni regaban ningún jardín de ilusiones“
Pedro Lemebel, Tengo miedo torero
Me interesa la utilización del lenguaje porque nunca la comprendo por completo. Me interesa la transcripción de ese uso porque en las voces no reconozco toda la belleza. Me interesa el lenguaje de los demás, su escritura y lo que quieren decir porque no estoy seguro de si yo tengo algo que aportar a la escritura¹.
Si entre el prólogo de Juan Forn y el inicio de Las Malas (Tusquets) estuviera la nota que escribió Lemebel dedicando Tengo miedo torero (Las Afueras) a sus amigas nadie se hubiera extrañado.
Sosa escribe -reescribe- su libro a través de las entradas de su blog La novia de Sandro reivindicándose a sí misma, a su familia de travestis llevándote a Lemebel para recuperar la memoria de finales de los 80. Sosa escribe Realismo Mágico donde Lemebel escribía poesía. Lemebel escribía para que se le cantara donde Sosa escribe para que se le grite. Ambas para una causa y una casa común, para una utopía de colores cegadores y amor que, finalmente, resultó existir.
En Las Malas y Tengo miedo torero está todo: a veces no queda otra que elegir (o no poder elegir) familia y casa, no hace falta una Familia para estar en familia ni una Casa para estar en casa. Tener y sentir no son lo mismo. De ahí surge ese todo: la literatura no puede tener como fin la propia literatura porque las palabras siempre dicen cosas por lo que hay que decir cosas con ellas.
Casa. Familia. Amor. Palabra. Hombre. Niño. Travesti. Memoria.
Camila Sosa. Pedro Lemebel. Las Malas. Tengo miedo torero.
Ambas hablan de la soledad como punto de partida para comprender lo colectivo y la socialización como camino solitario. Sus libros están escritos hacia fuera y desde un dentro que es común en todas porque está relleno de las líneas que forman círculos. Son la prueba de que “ningún recuerdo está a salvo”, de que las fotografías son palabras y quién las hace las escribe y es eterna.
“En esa casa, hasta la muerte puede ser bella”
La Rana y La Tía Encarna son una casa, una madre por necesidad de dar y recibir amor. En sus casas hay más casas, son hostales que parecen palacios que refugian a todas en una intimidad que necesitan ante tanta violencia -como La Bruja en Temporada de huracanes-. En casa todas cambian, todas mutan, todas se acompañan o se dejan espacio en función de lo que digan las lágrimas. Por eso las protagonistas reciben a los que sienten que deben ayudar en sus casas también. Por eso Carlos tiene una fiesta de cumpleaños, por eso El Brillo tiene un bautizo, por eso los clientes que dan lástima pueden ver la habitación de Camila.
“La infancia y las travestis son incompatibles”
La idea de individua para proyectar hacia la comunidad, para hacer entender lo que ellas no pueden explicar y hacerse paso como La Loca entre policías² con las bolsas de la compra. No siendo hombre en este mundo en el que para romperte te aíslan de lo que pasa fuera sin saber que lo importante está sucediéndote dentro. Ante eso solo queda lo que Sosa culmina con “embellecer la imagen de una misma” en La que te parió.
Los niños pueden ser hombres, pueden ser Hombres Sin Cabeza, pueden ser siempre niños, pueden ser mujeres o pueden no ser. Sosa niega la posibilidad de no ser en contra de la obligación, la manipulación, el golpe la familia impuesta. Se levanta porque lo que parece lógico a veces no lo es.
El Brillo y Carlos son símbolos de lo que las separa de la normatividad. Se les niega su posesión negándoles el amor. Un amor que surge de toda esa negación. El del grupo, el ser amado o la ausencia de ambos, que también es amor pero no agarra.
“¿Qué hacer con la certeza de que la mirada del otro dice lo mismo que la nuestra, que es posible por un momento amarse con alguien, que es posible salvarse, que la felicidad existe?”
“Qué le importaba a ella lo que pasara, qué le importaría llorar el después, si en ese momento podría morir de solo mirarlo“
El amor es otro símbolo para demostrar lo que quieren que sean es todo lo que les separa de lo que son. El amor es una palabra y las palabras siempre dicen cosas por lo que hay que decir cosas con ellas.
Todo por el renacimiento que también es propio.
Todo es amor, todo dice amor, habla amor, “mendigar amor”, cobrar amor. Lemebel y Sosa escriben el miedo a tenerlo por perderlo, olvidar ese sentimiento o no, pero intentar no pensar en él.
“luego de envejecer aceleradamente tal como envejecen las perras, las lobas y las travestis: un año nuestro equivale a siete años humanos”
Travesti también es una palabra y las palabras siempre dicen cosas por lo que hay que decir cosas con ellas. Sosa lo dice más de 150 veces repitiendo travesti cada una de esas veces. Busca la identidad, la no identidad y la ruptura del lenguaje mal proyectado. También la escribe en boca ajena para mostrar el sentido que quieren darle.
“Cada vez que los diarios anuncian un nuevo crimen, los muy miserables dan el nombre de varón de la victima. Dicen “los travestis”, “el travesti”, todo es parte de la condena”³
Travesti ya no se usa en España si no es con violencia. Las Malas saca de su territorio habitual a la palabra para abrirle un mundo. Leo travestis y leo magia, brujería, gatas, madres, lobas, manada, casa, niño, rosa, aceite de avión, noche, parque. Las direcciones en las que escribe Sosa definen la importancia de la diferencia que escribe Lemebel. La imperativa de apropiarse de las palabras y anular el castigo.
Si leo travesti pienso realismo mágico, Manifiesto, Los mil nombres de María Camaleón, alas, aullidos, nacimientos de vientres de ramas, La transfiguración de Miguel Ángel de todas a las que la Virgen les convirtió en mujeres y te gritan que “todo puede ser tan hermoso”.
“¿No habrá un maricón en alguna esquina desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?”
Pedro Lemebel
¹Me interesa la opinión de las que han leído este texto antes de que se publique y la de las que lo lean ahora.
²En La ciudad de la euforia, Rodrigo Terrasa cuenta que, en España, entre finales de los 90 y principios de los 2000, varias organizaciones sociales denunciaron que la Policía tenía la orden de identificar a los detenidos en función de si eran homosexuales, toxicómanos, negros, enfermos de sida o travestis, entre otras cosas. Si Sylvia Rivera dijo “no son movimientos políticos, en realidad, sino fruto de un tipo de solidaridad informal y apoyo mutuo, a menudo ligado a la delincuencia y el odio a la policía” y Sosa escribió “¡No! -grita La tía Encarna-. ¡A la policía no! No se puede llevar a un niño a la policía. ¡No hay castigo peor!” es porque resulta imposible sentirse a salvo con la autoridad, porque la autoridad es normatividad, ley, un hombre que dice qué y cómo tienes que ser.
³Buscando las diferentes connotaciones de travesti que se utilizan en países como España o Argentina me he encontrado un “diccionario” en línea en el que los usuario aportan sus propias explicaciones sobre los significados de las palabras. Cuando hablan de travestis se esfuerzan en dejar claro que “son hombres que se disfrazan de mujeres y se acuestan con otros hombres por dinero” pero “a veces pueden conseguir ser gente famosa y querida por la sociedad”. “Maricón” o “puto” siempre aparecen en esas explicaciones. También he encontrado un estudio que no llegué a abrir pero cuyo abstract ya exhibe las palabras “masculinización cerebral” y “trastorno de la salud mental” titulado Causas del travestismo. El lenguaje y su uso me dan miedo.
Escritor, periodista cultural y librero en la librería 80 Mundos. Codirector de todo esto. He colaborado en medios como eldiario.es o Le Miau Noir. Formo parte de la antología Árboles Frutales (Editorial Dieciséis, 2021) y Odio la playa (Cántico) es mi primer libro.