La ciudad solitaria: Estigmas, aunque y pero

“A falta de amor me aferré desesperadamente a la ciudad”

No tengo claro el significado de soledad. Vuelvo a mis años en Madrid y pienso en los sitios por los que paseaba. Bajaba por Cuatro Caminos andando hasta Plaza España, giraba en el Edificio Europa a la derecha y cruzaba el Palacio Real hasta llegar a La Latina. Paraba a tomar una cerveza, compraba un libro, me sentaba en un banco, leía, escribía y seguía andando hasta El Prado. A veces entraba, otras me quedaba en la plaza fijándome en los grupos de gente. Subía dirección Malasaña por si veía a alguien conocido y nunca veía a nadie. Sonreía porque nadie me conocía y continuaba a mi ritmo acordándome Gata Cattana leyendo N18 El puente de los franceses y diciendo “pasean por las calles céntricas mientras yo me disuelvo en ellas y me vuelvo invisible”. Estuve con gente en muchos sitios y solo en otros. Siempre muy dentro o muy fuera. En Madrid me di cuenta de que disfrutaba mucho el tiempo apartado del resto y que hay momentos en los que necesitas a los demás. Sigo sin tener claro qué significa pero si cierro los ojos la soledad es una ciudad. Para bien y para mal.

Olivia Laing se plantea la idea desde la sensación de abandono. La ciudad solitaria (Capitán Swing) es un desarrollo de dicha antítesis. Estar solo y rodeado de gente. Se pregunta ¿qué significa estar solo? ¿cómo vivimos cuando no tenemos una relación íntima con otro ser humano? ¿cómo conectamos con otras personas, sobre todo si hablar no nos resulta fácil? ¿cura el sexo la soledad? para no llegar a ninguna respuesta concreta más allá de estar “alerta y abiertos”.

“Aunque y pero: mecanismos para enlazar pensamientos contradictorios”

No tengo claro el significado de soledad. Pero sí reconozco en ella una mutación de la tranquilidad que habitualmente proporciona la intimidad de una persona cuyas manos te duermen las piernas cuando te toca. Y dentro de esa intimidad, otra propia y exclusivamente tuya. Eso se enfrenta a la ansiedad de no poder hablar, de tener la boca cosida. La costura es la técnica de Laing para trazar un mapa de estigmas por Nueva York en el que cada capítulo da sentido al anterior y al siguiente. La sensación de confinamiento existía antes de esta cuarentena, no tiene tanto que ver con la compañía externa porque en las relaciones también existe ese sentimiento. Sentirse solo porque una única persona no está en tu vida a pesar de que haya otras muchas que sí.

La soledad es contradictoria. Vivir en un punto ciego de las vidas ajenas. Mirando sin ser vistos y soportando el ruido sin molestar lo más mínimo. Es saber a qué hora empiezan a abrirse y cerrarse puertas, cuánto tarda el ascensor de un piso a otro. Querer ignorar lo que te rodea pero no ser capaz. Algo así como vivir y trabajar en los márgenes de los libros, escribir en los huecos, dormir en los quitamiedos. Vivir en la hipervigilancia. Marginal como sinónimo de Henry Darger, de éxito póstumo. Mecanismos sociales que nos llevan a pensar en “el peso de la influencia, la clase social y el poder en la obra de artistas vulnerables o excluidos por la sociedad”. Su soledad les llevó a ver ciertas cosas de forma que nadie más las podrá ver y en lugar de admirarles se les acusó de estar locos.

Las referencias de La ciudad solitaria te llevan a pensar en más referencias. Laing es una flâneuse de la ciudad moderna. Asume el papel de voyeur para explicar la tendencia que lleva a Andy Warhol, Valerie Solanas, David Wojnarowicz, Rimbaud, Klaus Nomi o Billie Holiday a crear y vivir de ciertas formas. La empatía o la falta de ella. Todos estigmatizados por su raza, condición sexual, clase social o por sus parejas. Porque la soledad que pintó Hopper solo fue suya después de conseguir anular a su mujer. Jo fue una artista invisible e invisibilizada por su marido. Él la biocoteó porque “modelo, sí; rival, no”.

“DAVID WOJNAROWICZ
1954-1992
MUERTO DE SIDA
POR LA IGNORANCIA DEL GOBIERNO”

Tiene mucho sentido que Capitán Swing reedite La ciudad solitaria, siendo un libro del año 2017. Ya no solo por el análisis de la tecnología en este momento de aislamiento, cercano a proyectos artísticos como el que expone el artista Karman Verdi en su Instagram con Hay tantos fantasmas en mi lugar. Tampoco porque la soledad y sus consecuencias sean reconocidas desde los tiempos del descubrimiento de la melancolía y la nostalgia. Sino por el resurgimiento de opiniones de ciertos personajes públicos. Las medidas de seguridad adoptadas por el Gobierno, no sé en qué momento, han llevado a personas a pensar que tenía sentido comparar el COVID-19 con el Sida y el VIH. Teniendo a su alcance estudios, reportajes, artículos y toda la información que precisen en Internet, Ana Rosa y González Pons dicen verdaderas barbaridades en sus “análisis” y “comparaciones” sobre ambos contextos. Laing deja clara la estigmatización de quienes lo sufrieron en sus inicios y los motivos. Esto me llevó a los tweets de Rubén Serrano respondiendo a la insultante ignorancia.

No tengo claro lo que es la soledad pero Laing arranca cuadros de la pared, hojas de libros, fotos de álbumes, repite trozos de canciones y frames de películas para explicarla lo mejor posible. En su ruta por la Nueva York solitaria los estigmas no son marcas de milagros, son heridas de castigo. No hay romantización del dolor. Hay denuncia y análisis. Nos enfrentamos al miedo a la soledad y a la intimidad igual que a levantarse cada día para ir a trabajar o buscar trabajo. El autoaislamiento, la intimidad cotidiana y la necesidad de comunicarse. La ciudad solitaria empieza en ella y acaba formando una lista de nombres inabarcable. Es una playlist, un museo, una biblioteca y una colección de Filmin.

“La soledad es personal y es también política. La soledad es colectiva: es una ciudad”

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