Sobre cómo llegan a nosotros los libros cuando no conocemos a quienes los escriben, existen posiblemente un sinfín de respuestas. Son quizá estos, los que tomamos sin referencias y, casi por una especie de hechizo, los que son capaces de brindarnos mayores sorpresas. Un párrafo hipnótico, una portada bella o simplemente un título capaz de generar una duda. ¿Quiénes son y qué comen las plantas carnívoras? plantea en primer lugar una pregunta compleja y tras esto una broma. La autora se ríe constantemente. Ríe en voz alta desde el momento en el que desea disolverse en el anonimato. Que Alicia Schrödinger, una exitosa científica descendiente de físicos eminentes, exista y aparezca sin rastro previo para escribir un libro de cuentos es, cuanto menos, implausible. No resulta anecdótico en absoluto esta localización que la autora decide de sí: psicoanalistas que son interrogados por sus absurdos, correspondencias que solo cobran un sentido cuando se conoce a su remitente, milagros donde se invierte la sorpresa de la aparición, cirujanos que trasplantan piezas de cadáver, un móvil que quiere liberarse de las palabras de su dueña… son algunas de las desambiguaciones a las que la narradora nos enfrenta para resituar el lugar desde el que se enuncia. ¿Quiénes son y qué sienten? son las preguntas a las que constantemente Alicia nos remite.
“No se perdona LA CARNE, una planta NO come carne, el que traspasa una frontera subvierte el orden de raíces, tallos y hojas en el que se fundamenta la moral biológica…; sí, la moral de la clorofila y la fotosíntesis… ¿Tanto temen los doctores que un día una hija de ZYV pueda generar alas y sobrevolar el edificio del Alto Tribunal? ¿Qué comen a escondidas o en sueños? ¿Qué sucede en las arcas del Banco Nacional de Nitrógeno?”
El humor de la autora se acompaña constantemente de bellísimos lugares, al punto que el asombro en su revuelo se posa, al vernos en las preguntas que las plantas carnívoras se hacen: ¿Qué comeremos en sueños? ¿Podremos perdonar lo que se escapa de la convención? ¿Qué sucede en el confín que regula? Aquel que ordena el mundo y que, sin embargo, no se nos permite conocer. Para la autora es indispensable el proceso por el cual la identidad dada transforma el mensaje. Si no fuera por la disonancia de querer trasplantar una calavera o si no fuera una hija la que expresara en una carta a una madre la duda sobre la existencia y el cordón umbilical. Si la ruptura fuera otra, entonces se nos presentaría una realidad distinta. La posibilidad de disolver los elementos preliminares de lo leído a través del desvelamiento final, la sorpresa de darle un nombre, una posición, un espacio a quien enuncia es uno de los elementos principales con los que nuestra oculta Alicia nos avienta como si fuéramos hojas sobre el cierzo.
«Él que es feo y no hermoso, cuya lengua es viperina y no angelical, cuyos sentimientos son crueles y despóticos, y no generosos y compasivos, él y no yo, propuso la cita».
Rodrigo García Marina (Madrid, 1996). Estudió música clásica, medicina y filosofía. Se gana la vida enseñando, escribiendo y editando libros.