Vicente Monroy: “El gran drama de la cinefilia es que triunfó”

“El cinéfilo fue el verdadero inventor de la historia del cine”

Vicente Monroy, Contra la cinefilia

“No era la película de nuestros sueños. No era esa película que cada uno lleva dentro, esa película que nos hubiera gustado haber hecho, y más secretamente, sin duda, que queríamos vivir”

Paul en Masculin fémenin (Jean-Luc Godard, 1966)

Recuerdo perfectamente la primera vez que fui al cine. Mi madre me llevó a ver Hércules al Ideal, ahora muerto aunque con un “cordón sanitario” que esperemos que lo salve de ser un hotel. Con tres años descubrí que me encantaba ir a la sala, hasta que Hércules salta al río Aqueronte para salvar a Meg y yo “aterrorizado, me puse a llorar, armando un escándalo en el cine”. Mi madre me sacó de allí y tuve que ver el final tiempo después en VHS. No volví a pisar el Ideal hasta pocos meses antes de su cierre en 2003, cuando ya empezaba a ser un nerd insoportable. Ahora soy yo el que lleva a mi madre al cine y le explica algunas cosas de las escenas que le hacen sonreír porque sé que, inexplicablemente, está orgullosa de que sea un pedante.

“Obstinado como fui, me costaría veinte años más aprender la lección: está bien amar el cine, pero no hay que confundir ese amor con el de una madre”

Creo que he entendido Contra la cinefilia (Clave Intelectual, 2020). Asegurar que has entendido completamente un libro me resulta pretencioso, por lo que la opinión que se tenga partiendo de esa idea también lo será y eso -creo- le ha pasado a cierta gente. No solo con lo que ha escrito Vicente Monroy sino con otras tantas cosas. La intención del lector activo, del periodista y crítico, debería de ser la de estirar la lectura para saber hasta donde puede llegar. Extender los brazos para acabar alcanzándolo todo. Aunque eso también es pretencioso. Todo lo es.

El amor es egoísta. Cuando quieres y no te quieren sientes la necesidad de arrastrar a esa persona hacia ti, explicarle todo lo que puedes darle y lo que necesitas recibir. Ese “quiéreme, venga, va, por favor” es la historia del cine. Un arte del que no se conoce tanto su esencia como su existencia y en el que la reflexión es únicamente la percepción de imágenes a veces ilógicas. Los cinéfilos aman al cine tanto como a sí mismo -nunca más- y esa necesidad de reciprocidad que casi nunca se da les lleva a desear su muerte. Ante esto, solo queda plantear salidas de esa constante reafirmación. Alejarse de todo y escribir una carta de amor preguntándose por su futuro.

El cinéfilo y la imagen que se ha creado de él van muy de la mano de esa mentira a la que todavía hay gente que llama alta cultura. Los críticos y autores, buscando diferenciarse, han dado lugar a visiones elitistas de lo que es o no arte para autodefinirse como especialistas y especiales. “No es el amor al cine lo que distingue al cinéfilo, sino las pruebas de su amor”. Por eso, el amor al cine, igual que el amor romántico, es más bien una excusa para quererse a sí mismos. Para reafirmarse como hombres. Aquí todo tiene que ver con la masculinidad, por lo que se le encuentra el sentido a que las mujeres tengan tan poca presencia en la historia.

cinéfilo = masculinidad

“A finales de los 60, hay una serie de lecturas de la primera oleada feminista que se ve obligada a atacar directamente el objeto que el cinéfilo ha ensalzado y convertido en algo intocable. El ejemplo paradigmático son los textos de Laura Mulvey. Se han visto obligadas a atacarlo porque está lleno de sobreentendidos y cargado de una masculinidad muy fuerte que, además, es intocable porque la base de la cinefilia es que el objeto cinéfilo lo es”

De ahí la cuestión principal: dejar de ser cinéfilo es imposible. Es un proceso que se presupone lógico y se desarrolla a medida que entras en él, pero sigues siéndolo y solo queda asumirlo para cambiarlo. Es algo eterno. Es tan difícil dejar de ser cinéfilo como dejar de ser hombre, aunque si la vida y el cine van tan ligados como se lleva afirmando desde siempre, la misma lógica que nos lleva a ceder espacio, reconocer privilegios y compartirlos tendría que estar presente desde el principio. Monroy afirma que su libro es, en ese sentido “un objeto cinéfilo”. Pura y hasta “obsesivamente cinéfilo” a pesar de presuponerse lo contrario por su título. No salimos de la sala ni cuando se están abriendo las puertas porque no lo escribe. Porque esa identidad de la que hablamos está dentro y para deconstruirla hay que contextualizarla en todos los espacios y tiempos.

cine ≠ cine

“El libro es una deconstrucción de la cinefilia más que un ataque. Porque si queremos seguir siendo nosotros mismos tenemos que revisar muchas cosas. Lo que no es sostenible es mantener la situación tal y cómo está. Mi visión es optimista porque lo que estoy intentando es atisbar una salida para él. Pasa como con el machismo cuando hablamos de la masculinidad en crisis pero nadie se pregunta por el futuro de lo masculino ni lo femenino.”

El cine no es cine. Al menos, no es solo cine. Esa naturaleza fugaz de las imágenes cinematográficas (que yo atribuiría también a las no cinematográficas) es el motivo por el que el cinéfilo precisa generar el paralelismo entre cine y vida. La necesidad de mantener en el recuerdo hechos y escenas de películas es un refugio que nos permite sobrevivir en un mundo que nos lleva al aislamiento y el vacío. Por eso me encantaría ir al cine contigo, como un ritual íntimo en el que solo estamos nosotros, nuestros ojos y nuestras manos. Pasear de vuelta a casa mientras te destrozo la película con análisis innecesarios y me llevas a tomar algo para que me calle. Así llenaría yo mi vacío.

Ese aislamiento nos lleva a olvidar que la única relación totalmente cierta que tienen las obras con nuestra existencia es que hay personas detrás y delante de la cámara trabajando para dar forma a sus ideas. Obviarlo es caer en la suposición de que podemos utilizar ese trabajo a nuestro antojo y crear tótems donde solo hay seres. El error no solamente lo tiene el cinéfilo que mira, también el que crea. Su supuesto poder, si existe, es limitado, y la condición de espectáculo de masas es un contratiempo en su idea de trabajo. El esfuerzo por destacar también nace de ahí y contradecirse acaba siendo un imperativo además de una muestra de inteligencia. El cine es un arte precioso, pero no lo es todo.

“El gran drama de la cinefilia es que ha triunfado. Encima lo ha hecho con todas sus exageraciones, sus grandes frases, la mitificación de las actrices, el director estadounidense contra los estudios. Esa grandilocuencia es fruto del triunfo de la cinefilia. De una motivación enorme que empezó en los años 50 y acabo suplantando al propio cine.”

El cine debería aspirar a ser lo que en algunos casos han buscado o buscan otras artes como la poesía, la literatura, la música o más recientemente se reivindica en el arte, que es cambiar la forma para hacer lo propio con sus lecturas. Dispuestas a matar al dragón. El hecho de que se vea obligado a volver hacia atrás y negarse esa deconstrucción es lo que no le ha permitido adaptarse a los nuevos tiempos y cree que narrar la muerte del cine tan insistentemente es su misión. Pero no se puede hablar de la muerte del cine cuando contextualizas el trabajo de Agnès Varda, Chantal Akerman o Chris Maker. El cine está muerto y revive constantemente, sufre más de las dos muertes y tres renacimientos que dicen Bresson. Nace “en un momento en el que el resto de las artes se lanzan hacia su propia destrucción”. Cubre ese hueco que dejan pero no sabe muy bien cómo hacerlo y sus nombres propios aprovechan eso para convertirlo en algo falsamente imprescindible.

cine ≠ vida

Solo el cine narrativo puede entenderse de la forma que se pretendía desde su nacimiento. Es el que mayor cantidad de ideas, discusiones y reflexiones ha producido. De esa visión que tengo en común con Monroy surge que “los cinéfilos que se aproximan a la vanguardia tienden a perder la cabeza”. Inconscientemente, si piensas en perder la cabeza piensas en Godard, en Louis Garrel dando imagen a la caricatura que muestra Hazanavicius del director en Le redoutable.

Godard es quien encarna estas ideas. Su nombre gira en torno a la cinefilia y su deconstrucción. Un destructor deliberado del cine, Susan Sontag dixit. No solo negó el cine y narró su muerte. Se negó a sí mismo como director siendo de los pocos que utilizaron la autocrítica para trabajar. Cuando en Introducción a una verdadera historia del cine habla de contar dicha historia “no solo de una manera cronológica, sino, más bien, un poco… arqueológica, o biológica”, se refiere a los contextos, la situación de quienes los vivieron e hicieron cine en sociedad y su comunicación. Para Monroy esto le convierte en alguien que “Ha superado totalmente la barrera del cine y es de ese grupo de los chicos malos de la historia del arte. Me parece el gran artista del último medio siglo. No hablo solo del cineasta porque ha trastocado totalmente el pensamiento del arte”.

“En el cine, el clasismo no está por detrás sino por delante”

Rohmer

Todo este texto habla de la contradicción. El libro habla de contradicción. En esa frase de Rohmer se concentra esa intención. “En esa frase está la historia del cine. Es verdaderamente la gran obra maestra. Hay más cine ahí que en la mayoría de películas que se han hecho”. Tiene un sentido totalmente diferente en un momento y en otro; si al principio se podría entender como algo dicho desde la posición de víctima de ese clasismo, cuando son ellos los que imponen ese cine sobre cine es cuando niega el cine y se puede entender como verdugo.

Contra la cinefilia se puede resumir en: No sea Bill, pero tampoco seas John. No todo es el juicio narrativo, pero tampoco puedes predicar sobre la puesta en escena delante de tus amigos. La última vez que dije “eso no es cine, es una mierda” la gente que no me conocía nadie me hizo caso y cuando intenté argumentar mi opinión ya habían cambiado de tema. Ganaron. Ellos eran EE.UU y yo Francia. La historia del cine en el salón de un piso de estudiantes. Ahí decidí no escribir más críticas de cine.

“Este año es el 125 aniversario del cine y en diciembre va a haber mazo de artículos de mierda”

Vicente Monroy vía Zoom

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