Las personas trans no merecen amor… o eso dicen

“El amor no es para las personas trans… O eso dicen”

El amor romántico es un sistema de creencias y valores que ha perdurado durante tantos siglos porque lo reproducimos como autómatas. Estas creencias nos obligan a sentir y relacionarnos dentro de los estándares patriarcales que definen qué es el amor y cómo debemos practicarlo. Y una de las formas más habituales que tiene este sistema de creencias para perpetuarse es señalando, cuestionando y boicoteando cualquier tipo de manifestación o experiencia al margen de sus directrices.

Sin embargo, debemos empezar admitiendo que en nuestra sociedad el “verdadero” amor no es sólo el que incluye relaciones de poder, celos y posesión; el “verdadero” amor es blanco, hetero y… ¡cis! Del mismo modo que la sociedad entera cuestiona una relación inter-étnica especulando sobre los posibles intereses que tiene la persona racializada y/o inmigrante, o afirma sobre una relación amorosa entre personas de orientaciones diversas que es algo en el fondo “vicioso” y “no natural”, cuando lo trans* aparece en el territorio del amor el mundo entero tiembla y se tambalea. Las relaciones afectivas entre personas cis* y trans o entre personas trans no son únicamente motivo de burla y escándalo público, habitualmente representadas en los medios de comunicación como un fenómeno freak, también son una realidad silenciada y una especie de “mito”. ¿Por qué? Porque las personas trans no merecemos ser amadas, cariño. Como dije antes, el amor sólo parece reservarse para unos pocos privilegiados.

No obstante, existimos y resistimos con nuestro amor. Un amor que tiene que enfrentarse diariamente a muchos obstáculos. Yo, por ejemplo, que tengo una relación estable que acaba de cumplir cinco años con un chico cis, ¡los cuestionamientos nos han venido por ambas partes! “¿Pero cómo tienes algo estable con alguien así?”, “¿Él es tu cliente?”, “¿Y como hacen en la cama?”, “¿Entonces tú qué orientación sexual tienes, tío?”. Y así un millón más de preguntas invasivas y muy ofensivas sobre nuestra experiencia. Ya que no sólo abofeteamos las creencias rancias y hegemónicas sobre el “auténtico” amor, también cuestionamos las relaciones cishetero-coitocéntricas -¡toma palabreja RAE!- que supuestamente determinan la estabilidad sexual de una relación. Recuerdo una ocasión en la que le pregunté a una pareja de adolescentes cis, en una charla de un instituto público de educación secundaria, qué pasaría si a la mañana siguiente uno de los dos se despertara con otros genitales. Automáticamente el chico exclamó “¡Fos!” -”fos” es una expresión canaria que denota asco y rechazo-, “¡Yo no podría estar con ella!” me respondió. Este tipo de respuestas tan habituales en relaciones cis denota que nuestro concepto de enamoramiento también incluye una genitalidad normativa y, por lo tanto, una reducción cosificadora de la persona a la que supuestamente se ama. “¿Tú te has enamorado de lo que alguien tiene entre las piernas o de lo que tiene sobre sus hombros?”, le pregunté de nuevo. Y no supo qué responderme.

Un chico cis y heterosexual, tal y como se define, llamado Carlos Camargo contó hace un año su experiencia sentimental con una mujer trans y, entre otras muchas situaciones violentas cuenta que la respuesta de su padre al conocer la identidad de ella fue tajante: “cuando tengas una ‘mujer de verdad’ como novia, puedes volver a casa, pero no quiero este tipo de ‘aberraciones’ acá”, le dijo. “Muchas mujeres trans hemos estado en relaciones con manes -hombres- que nos dicen que nos aman pero que es difícil para ellos presentarnos en su casa y al mundo como sus novias”, afirma Mati González Gil.

Por lo tanto es imprescindible que dentro de los discursos que cuestionan el relato hegemónico del amor romántico y “verdadero” se incluya una perspectiva interseccional y transfeminista que de cabida a las distintas realidades amorosas que rompen las normas con sus prácticas afectivas. Y por otra parte también es fundamental que visibilicemos, en el grado que queramos y si todas las partes están de acuerdo, nuestras relaciones para así celebrar que el amor no es algo reservado para unos pocos. Aunque el mundo tiemble.

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