Guernica 1937: Dora Maar no se volvió loca

Cuando un hecho se convierte en pieza literaria pasa a ser ficción. Se analiza, se reconstruye y se crea algo que, a pesar de basarse en la realidad, surge de una interpretación imaginaria de quien la crea. El arte atraviesa la realidad constantemente permitiéndonos interpretarla y entenderla desde una distancia necesaria.

Es por eso que Larrad Ediciones abre Guernica 1937 con la frase “el imaginario concuerda a menudo con esa realidad y la funda”. La novela de Alain Viscondelet se basa en datos biográficos reales sobre los que crea una novela en la que el lector reconoce la personalidad de Pablo Picasso y Dora Maar para entender la historia.

El autor utiliza el antes, el durante y el después del Guernica para hablar de ambos artistas. Se sirve de los creadores para crear. En el caso del pintor, la faceta de persona y artista se funden constantemente porque él nunca ha querido ser una persona sino un Dios. Se servía de sus actitudes para ensalzar sus aptitudes y veía todo lo que le rodeaba como material de trabajo. Dora Maar fue una de sus víctimas.

“Al parecer, la pintura, la fotografía y el arte en general, se llevaban la mejor parte. Por encima del amor, por encima del deseo de estar juntos”

Picasso convirtió a Dora en su cámara, incluso en sus manos. En ella veía un instrumento, “una herramienta onanista” que aprovechó con el fin de servirse de sus capacidades en sus obras. No le importaban tanto las creaciones de “su amante” como lo que podría aportar estas a las suyas. La personalidad de Dora, fuerte y decidida, también acabó siendo algo que “el toro” vería como algo provechoso para sí mismo. Quería una mujer dura y que pudiera estar a su altura para reafirmar su propio poder. La hacía creer que ella también lo tenía para después hundirla. En resumen, ella no era tonta, él era un maltratador como cuenta Victoria Combalía, Historiadora del Arte y biógrafa de la artista.

“-Me hacía falta alguien para desencadenar de nuevo esta fuerza […] Contigo siento que la pintura volverá”

¿Es cierto que el amor y el arte se entremezclaban para ambos? Sí, pero forma totalmente opuesta. Dora buscaba que el amor fuera el fin de sus obras mientras Picasso lo perseguía como medio. Jugaba con él, lo forzaba, lo moldeaba y huía si era necesario. De nuevo como herramienta con la que manipular hasta conseguir lo que deseaba. Con Guernica 1937, Alain Viscondelet da un paso más. Nos plantea, como espectadores del pasado, el debate de separar obra y autor. Nos coloca entre el Guernica y Picasso mostrando el narcisismo y lo que se consiguió con él.

“Dora pensaba que Guernica acababa de imponer a Picasso un nuevo camino, otra manera de pintar, otras posibilidades en su vida de pintor”

Y por eso le asistió en su trabajo. Ambos crearon esa representación de la violencia que mueve el mundo y con la que buscaron ir más allá del bombardeo. A pesar de ello, solo aparece como fotógrafa que documentó la evolución del cuadro. Durante mucho tiempo quedó relegada a un segundo plano. La desequilibrada. Pero Dora no se volvió loca, la arrastró a la locura con manipulaciones y maltratos.

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