El sublime objeto del feminismo: Zizek, Lynch y las mujeres

Se ha hablado mucho del falo, que si es un objeto sublime, que si una herramienta de represión por parte del patriarcado, que si las feministas odian hablar de él porque hace referencia directa al aparato masculino, de cómo mucha gente, de distintos grupos -incluidas las feministas- odian a Freud por decir que la mujer es un hombre castrado, o cuando dice Lacan que a la mujer le falta el falo. Perdonadme por querer sostener aquí una tesis revolucionaria, el falo como ese órgano simbólico en el que reside el poder -de nuevo simbólico- sí que es algo que históricamente le ha faltado -o, mejor dicho, le ha sido arrebatado a la mujer, o impedido obtener, la misma cosa es. No entiendo el sentido que tiene negar la historia, de hecho, tenemos que recordarla más para aprender de ella y poder superar nuestras circunstancias actuales y todas sus limitaciones. Por suerte, la obsesión de ciertas feministas por decir que todo es falocéntrico pasó de moda, junto con bastante paja-relleno foucaultiano sobre el panóptico de Bentham y también que los psicoanalistas de medio mundo “diagnosticasen” envidia de pene a cualquier mujer con la se cruzasen. Sea como fuere, tenemos ante nosotros un malestar en la cultura relacionado con la lucha de sexos palpable en grandes obras del cine y la literatura contemporánea.

Un ejemplo clave, que Zizek analiza en Lo ridículo sublime, es el cine de David Lynch y sus mujeres protagonistas, una especie de revisitación de la clásica femme fatale pero con elementos del cine neo-noir. Para Zizek, la visión canónica de la mujer fatal no sería una amenaza para la identidad patriarcal masculina, sino una transgresión que forma parte del universo simbólico patriarcal, es decir es una fantasía propia del hombre clásico (el ampliamente conocido estereotipo de señor cishetero blanco). Ese ideal de hombre que mantiene una fantasía masoquista-paranoide con la mujer explotadora sentimentalmente hablando y una bomba sexual, insaciable con un goce superyóico (debe gozar infinitamente) por el cual tiene que disfrutar de dominar a su partenaire masculino, tratándolo con violencia al mismo tiempo que desea que se la posea y se abuse de ella.

En palabras de Zizek:
“La fantasía de la mujer todopoderosa cuya irresistible atracción implica una amenaza no sólo a la dominación masculina sino a la identidad misma del sujeto masculino es la fantasía fundamental frente a la cual se define y sostiene en sí misma la identidad simbólica masculina”.

No hay tal amenaza, la femme fatale es una farsa, un fantasma, mediante el cual la dominación patriarcal puede reproducirse, ya que esta figura supuestamente antagónica la genera el sistema mismo. Judith Butler en Mecanismos psíquicos del poder dice al respecto que la femme fatale es el vínculo fundamental reprimido del sujeto masculino moderno, una fantasía que no puede ser abiertamente reconocida, la cual no puede ser explicitada, bajo pena de aún ser una realidad deba ser castigada, reprimida si se menciona.

¿No es el tan odiado/amado Michel Houellebecq una prueba manifiesta de este proceso? En sus novelas describe la sociedad actual como la pesadilla de la modernidad clásica – ¿o su sueño cumplido? El reverso perverso de la modernidad, donde después de la liberación de Mayo del 68, de las protestas estudiantiles, de las luchas conquistadas de los obreros y de la emancipación de las mujeres el mundo no ha llegado a ningún ideal, sino que ha desbordado el vaso. La sociedad es vista en sus novelas, como una especie de cinta de Moebius, una superficie con una sola cara y un solo reverso, un lado conecta con el otro sin punto intermedio. Así la liberación de la mujer no nos ha llevado a ninguna libertad suprema, sino a otro tipo de condena -quiero señalar que son sus ideas, no las mías. En esta línea, las mujeres de Houellebecq siguen fantaseando con los arquetipos de macho alfa junguianos, mientras que tratan de creer que ninguna ley las ata, en realidad actúan como si las leyes ancestrales siguieran teniendo validez. Y lo que es peor, lejos que la liberación sexual haya beneficiado a los débiles y a los desamparados del sistema, ha servido para reforzar aun más a los que históricamente han salido ganando.

Siguiendo con uno de los temas de Lo ridículo sublime de Zizek -y una de las máximas de la posmodernidad- si el discurso construye la realidad, el relato foucaultiano de la sexualidad crea el sexo, y como Emil Cioran afirmaría, la represión y regulación del sexo, crea la erotización de las relaciones entre hombres y mujeres – y mujeres y mujeres, y hombres y hombres. De nuevo, según Zizek:

“Como una entidad misteriosa e impenetrable a ser conquistada, el discurso erótico patriarcal crea una femme fatale como una amenaza inherente contra la cual la identidad masculina debe reafirmarse. El éxito del cine neo-noir es sacar a la luz esta fantasía oculta: la nueva femme fatale es mucho más efectiva para amenazar la ley paterna que la clásica femme fatale espectral, ya que acepta por completo este juego masculino de manipulación y, por decirlo así, le gana al hombre en su propio juego”.

Volviendo a Houellebecq, esas mujeres que solo quieren experimentar con su vida, liberarse de toda atadura, al mismo tiempo que necesitan -y piden- que las quieran y desean poder tener una vida tradicional a la vez que la posibilidad de la transgresión de la ley, cumplen el modelo de mujer del francés. El sexo descarnado en las novelas de Houellebecq, la oreja en Blue Velvet, es como el ojo en Un chien andalou, una provocación, por supuesto, pero es el objeto plus de goce lacaniano por antonomasia. Un resto humano, pero que separado del cuerpo humano, del resto de elementos parece monstruoso, inhumano -pero forma parte del humano.

Del Houellebecq escritor podríamos decir que es una versión espectral del übermensch narrador que aparece en todas sus novelas, de hombres deprimidos, pero con una sexualidad activa, “machos” desagradables a los que solo les espera la apatía y soledad de un mundo en descomposición. Ahora comparemos con la visión ensalzada que tiene de su maestro, Lovecraft, en su libro, H.P.Lovecraft: contra el mundo, contra la vida.

“Un hecho tanto más notable por cuanto Lovecraft fue durante toda su vida el prototipo del caballero discreto, reservado y bien educado. No era en modo alguno la clase de hombre que va contando horrores o delira en público. Nadie lo vio jamás enfurecerse; ni llorar, ni echarse a reír. Una vida reducida al mínimo: todas sus fuerzas vivas se transfirieron a la literatura y a los sueños. Una vida ejemplar”.

Sería curioso conocerlo en privado, quizá nos sorprendería -como apunta su amistad con Carla Bruni y el respeto que le profesa Virginie Despentes- siendo un hombre sensible y discreto. Si bien él puede resultar una figura ridícula e insignificante que valora a las mujeres, sus proyecciones superyóicas en sus novelas son todo lo contrario, pendencieros sin mucha honra, ni respeto a quienes quieren. Quizá tras esa máscara de “Occidente se derrumba y ya nadie cree en el amor”, el francés sea todo un viejo romántico e idealista.

Zizek dice al respecto:
“¿No materializa esto dos nociones vulgares estándar: aquella de la mujer que desea una fuerte pareja animal, una ‘bestia’, no un histérico impotente debilucho, y aquella del hombre que desea que su pareja femenina sea una muñeca perfectamente programada para satisfacer todos sus deseos y no un ser viviente ideal? La ‘fantasía fundsmental’ subyacente implícita en estas dos escenas es, por supuesto, la insoportable escena de la ‘pareja ideal’ (un simio macho copulando con una mujer cyborg)”.

Lynch en Blue Velvet hace algo similar, al unir al traficante tullido Frank Booth, , con la cantante Dorothy Vallens, secuestrándola para obligarla a convertirse en su esclava sexual. Frank respira gas de una bombona, haciendo un ruido similar al villano Darth Vader. Cada vez que viola a la joven Dorothy, asume una personalidad ambivalente en la cual toma el rol de ”papá” y “bebé”. Volviendo a Zizek, esta podría ser la visión de un niño al oír a sus padres haciendo el amor, como un acto de violación, forcejeo, transgresión, a la par que patético -el ruido entrecortado de la respiración podría ser la máscara de gas. Señalar que el personaje de Kyle MacLachlan, Jeffrey Beaumont, observa a través del armario. Así la mente de un niño daría coherencia a lo que suponen esas voces de sus padres en un lugar más allá al que su mente puede acceder, por falta de experiencia y por no estar viéndolo en primera persona. De esa forma una persona, en este caso un crío, estructura su encuentro con lo imposible -lo Real según Lacan- y lo incorpora al orden simbólico, el relato de su vida, de lo que conoce.

Más sobre Lo sublime ridículo:
“Lo que uno no debe olvidar es que la nueva femme fatale su vierte la fantasía masculina precisamente al realizarla directa y brutalmente, llevándola al acto en la “vida real”.(…) Ella está completamente consciente de que los hombres fantasean sobre esa forma directa de abordaje por parte de la mujer, y que realizarles directamente esta fantasía es la forma más efectiva de subvertir la dominación”.

Una buena estrategia para desactivar el discurso de los hombres que acosan verbalmente a las mujeres por la calle sería justo en pararse y pedirles que hicieran lo que dicen que les harían. Es decir, llevar a cabo sus palabras, con lo que fantasean que sí que quieren que les cambien por una lavadora, que les enseñen lo que tienen ahí colgado, que sí necesitan una buena polla… Ninguno podría materializar sus palabras, justamente por eso las dicen, en un acto de impotencia.

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