Números que bailan desnudos sobre el fango.
Convertidos en letras, en burlas, en escupitajos
y tirones de pelo.
Compañeros de azotes en el culo, cabrones sin remordimientos.
Tengo un sueño. Caminar descalza sobre tu cintura.
Andar de puntillas mientras te haces la dormida,
arrancarte de las pupilas todas tus ideas
y transformarlas en pecados.
Inspiración venida de la nada.
Mañana será el día del juicio final,
del «llámeme loca, y acertará».
Pero no absurda ni payasa.
Únicamente sonrisa de porcelana.
Máscaras hambrientas de carne y huesos.
Niñas con faldas en los tobillos.
Abuelos de garrota y dedos postizos.
Secretos entre cuatro paredes.
Lenguas viperinas, dientes afilados,
cantos al oído. Y el mundo encañonado,
encerrado en mentiras, pistolas,
una hostia en la cara y puñaladas en la espalda.
Miedo de olvidar tu sonrisa,
a volverme una más en este mundo de izquierda-derecha y firmes.
Ida de olla, pinza saltarina con pañal de punto de lana.
Los pies por fuera de la ventana
y las uñas mordidas dispuestas a rasgar el cielo
y alzar las alas al viento.
Gritos para decirte «te quiero»
con labios cosidos a fuego.
No sueltes mi mano, te lo ruego,
si no es para hacer realidad mi sueño.
Estudiando Filología Hispánica en UNIZAR, por fin. Aragonesa y manchega de sangre. Soriana de corazón. Escribo porque es la forma más fácil que tengo de contar algo.