Me hiciste tanto daño
que no me perdono
que aún siga doliendo,
que intento olvidar tu nombre,
tu cara, tu risa estúpida y rara,
tu forma de abrazarme
en los conciertos,
lo intento pero no me sale
porque aún sueño contigo.
Y hay sueños que te dejan en silencio,
hay sueños que perduran
a la mañana siguiente,
sueños que sueñas
no haber tenido,
igual que sueño, tantas veces,
con que ojalá
no te hubiera conocido.
Y pienso en que te has ido,
tal como dijiste que harías,
y pienso en que no vuelvas,
que allí seguirás mintiendo
en otros cuerpos,
y engañando con
la palabra amor
a otros imbéciles
que te creerán
y querrán salvarte
por encima de sus expectativas.
Tu idioma natal
te aguardará en esa ciudad
que apenas recuerdo,
y tú seguirás sonriendo
en las fotografías,
y yo solo me pregunto
si seguirá lloviendo
en tu interior.
Me hiciste tanto daño,
que aún se me remueve dentro
un mar que no tengo.
Y te recuerdo con pena,
con ganas, con nostalgia,
y con tanto dolor
que se me amontona.
No puedo explicar
cómo pude creerme
cada una de tus mentiras,
ni cómo pudiste mentirme así,
verte llorar y vaciarte,
¿cómo pudo ser todo mentira?
Me hiciste tanto daño
que no sé cómo
no me di cuenta.
Y aún me escuece recordarte,
y más escuece aún
saber que no estás,
que no nos volverá a cruzar
el destino
en una fiesta,
para que vuelvas a engañarme
y a mirarme como
quien te hace
sentir importante,
y yo me vuelva a casa
con un dolor punzante,
escuchando en bucle
todas las canciones
de Andrés Suárez.
Me hiciste tanto daño
que no puedo olvidarte,
ni transformarte en poema,
ni dejar que te vayas,
ni perdonarme que aún
me siga doliendo.