No tener patria

No soy patriota. No tengo ningún tipo de sentimiento hacia ningún lugar que pueda ser considerado como patria. No entiendo la definición de la RAE más allá de que se ordena como nación. Desconozco el amor o filiación por Europa, España o la Generalitat Valenciana. El término generalitat me recuerda demasiado a militares, nunca me gustó el verde ni el camuflaje. Cada día me siento menos ligado a Alicante. Fueron muchos los años en los que solo me sentí identificado por la bandera blanca y azul de mi ciudad, tal vez demasiados. La corrupción tiñó el color del Mediterráneo en negro y, aunque sin volcanes, todo aquí me recuerda a Pompeya.

Creo que el sentimiento que he desarrollado por la terreta se lo debo al fútbol. Si no fuera por el Hércules, mis conocimientos de la ciudad no saldrían de mi barrio, mis amigos no serían de más allá de la zona norte y mis planes no se moverían del litro, banco y parque. Expediciones al centro, corteo y turismo. El estadio fue mi nexo con el resto de la ciudad. Su posición es estratégica, arriba de un monte, al lado de un castillo que nunca defendió nada. Se construyó con prisas y mal, nunca llevó a cabo su función. Han pasado 200 años de aquello, todo sigue igual.

El término patria me traslada a Martín (Hache). No recuerdo cuando la vi, pero creo que hace demasiado tiempo de aquello. No sé por qué no la he vuelto a ver. Sí recuerdo quién me la recomendó, él se siente extranjero en casi cualquier sitio. La conversación de Martín con su hijo es historia de la discursiva.

“Eso de extrañar, la nostalgia y todo eso es bálsamo. No se extraña un país, se extraña el barrio en todo caso, pero también lo extrañas si te mudas a 10 cuadras. El que se siente patriota, el que cree que pertenece a un país es un tarado mental. La patria es un invento”. La primera vez que lo escuché fue en una canción de Boikot, pero no le presté demasiada atención. Hoy se repite constante y obsesivamente en mi cabeza.

La conversación de la película se remite a Martín pidiéndole a su hijo que se vaya a Madrid. Se refiere a Argentina como un país saqueado que nunca va a cambiar. “Argentina es otra cosa; no es un país, es una trampa”, explica. Conserva la primera A, cambia las letras y el hecho de ser un país. Descubre Alicante. Yo le hice caso, me fui a Madrid. Me mudé a Vallecas: sus filias y mis fobias.

Aquella fue la primera vez que abandoné el hogar familiar. Puente de Vallecas, cerca del VKaos. Estuve allí cada domingo, misa diaria con calimocho. Al principio sentí miedo a adaptarme, después descubrí similitudes. Cultura de barrio, amor y odio. Los barrios populares no se diferencian demasiado. Palabras, idiomas y calles, el resto es todo bastante igual.

La cultura está en muchos lugares: la calle y la pantalla, el sonido y la lectura. Algunos dicen que es buena porque engrandece las almas y evapora los límites del pensamiento. Estoy cansado de intelectuales y literatos. Alguna vez me he movido por ambientes superfluos con retórica, pero sin humanidad. No estoy cómodo allí, demasiada clase y poco barrio. Prefiero el fango de lugares oscuros y barras con personas sin rostro.

Hoy escribo en una página web que dice ser lo pos de la cultura sin saber si vivo o reniego de ella. Navego entre sus caminos mientras observo odios, extremismos y banalidades. Gente que no la entendió y mató por ella. Otros la entendieron, la temieron y la quemaron; la humanidad aún llora sus consecuencias. Todas las patrias se enorgullecen de su cultura, pero ella afirma superar cualquier barrera nacional. Diferentes lenguas y sonidos que arrasan por todo el planeta, castellanos al son de Obrint Pas y españoles punks. Supremacistas blancos con pintas rude boy bailando ska. Incoherencias de incultura.

Ayer me compré un disco de los Adict. He recuperado el tocadiscos de mi padre y ahora escucho vinilos. No le encuentro más explicación que un arrebato coleccionista; como con los libros, pero sin estanterías llenas. Me faltan 10 páginas para terminar Barraca y tangana de Enrique Ballester, yo también creo que todo ya lo hizo Hornby. Mientras escribo, rueda el vinilo y suena Johny was a soldier. Él ya no podrá bailar porque fue militar y perdió una pierna. La patria y sus sacrificios. Yo nunca perderé nada.

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