Sons of Aguirre & Scila llenan Babel Live Stage de rojos

Llenar una sala de conciertos en Alicante es un milagro. Solamente unos pocos grupos hacen sold out y menos todavía si contamos los pocos rojos que hay aquí. El pasado 8 de febrero, Sons of Aguirre & Scila lo consiguieren en la Babel Live Stage en la segunda fecha de su gira una semana antes de hacer lo mismo en la sala Mon de Madrid con un aforo de 1.000 personas.

Alicante parece haber olvidado ser el último reducto republicano: el PP planta una oficina de turismo insultantemente grande en el paseo del puerto, la periferia ya no escucha el camión de basura porque no pasa y el único cine histórico que queda en pie acabará siendo algo tan privado que no creo que pueda (ni quiera) entrar nunca. Y aún así, a veces, merece la pena estar rodeado de todo eso porque pestañeas y estás rodeado de gente que ve lo mismo que tú. O mejor, hay alguno que otro que no sabe que es de derechas coreando temas que no entiende que se meten con él.

“Haber ganao’ la guerra”

El directo empieza con Diego Varea en su show como Msias. El Rap Católico de Combate es el paso previo a todo un concierto de música denuncia que no parece que te está dando un sermón. Eso es lo que hace diferente el trabajo del grupo. Entre la ironía y el mensaje buscan hacer música, lo que evita que escuches como te rapean un TFG de Ciencias Políticas con un beat de fondo. La mezcla de humor e instrumentales que se salen del loop en el caso de Diego, y la mezcla entre el metal y el rap en el caso de Sons of Aguirre & Scila, hacen que sepas que estás escuchando algo que se baila y se grita. Porque el fondo condiciona mucho la forma y dentro del género de protesta se sacrifica constantemente la musicalidad por transmitir una idea de forma demasiado explícita. Además, el propio Diego amplia más el espectro de géneros musicales que trabajan y que hace de cada tema una composición interesante.

“Pa’ que mueran sus hijos que mueran los de Europa, vaya”

Es precioso escuchar La Noche de los Cayucos Rotos en una ciudad de obreros de derechas que odian al inmigrante. Seguramente, algunos de sus abuelos o bisabuelos acabaron en el campo de concentración de Los Almendros porque no pudieron subir al Stanbrook pero la Memoria Histórica aquí no existe.

El tratamiento del sonido es el mismo en el disco que en directo. Eso se aprecia con más claridad en El circo de la rosa y Paco Pepe, los temas más versátiles. Cristales rotos supone es un skit a la inversa: no sirve para coger aire sino para perderlo llorando. El “esta lucha también es la tuya” tan crítico de Bienvenido a España se convierte en literal cuando todo el mundo canta con la guitarra de fondo.

Guillotina tiene algo especial. Mientras suena, me acuerdo de Patricia diciendo que “lo que necesita Catalunya ahora no son lágrimas, se llama guillotina” y de cientos de cuentas con banderas de España en su nickname llamándola fascista. En el cierre, con el sample de El maestro de esgrima (Pedro Olea, 1992) tengo la sensación de que va a sonar Los siete contra Tebas de Gata Cattana. Es más, debería de sonar. Que se parase el concierto, que nos callásemos todos y la escuchásemos para que nadie se olvide de que es eterna.

La noche se cierra entre El humanero (Velociraptor vegano) y el Valle de los Caídos (Valley of the Fallen). Creo que no había visto un pogo dentro de una sala de Alicante en mi vida. Lo que ocurrió mientras mirabas a otro lado es un disco con menos humor y más búsqueda de equilibrio pero que mantiene las ideas Azul/Rojo en cuanto al directo se refiere.

“Melendi, va por ti”

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