Estamos en 1970 y Estados Unidos es un hervidero de movimientos sociales, después de la movilización de iniciativas como las Marchas de la libertad, que protestaban en contra de la segregación racial junto con otros grupos como los Black Panther y el liderazgo de personas como Martin Luther King, otros grupos oprimidos comienzan a ocupar las calles. Surgen así movilizaciones que abarcan desde el no a la guerra, el movimiento estudiantil, el aumento de grupos socialistas y las reivindicaciones de las minorías latinas o asiáticas. Junto a ellos, las mujeres comienzan a movilizarse en una lucha por una sociedad igualitaria, siendo múltiples las divisiones, o formas de entender, el movimiento desde dentro. Un mismo objetivo, un país más justo e igualitario, pero muchas vías para llegar a ello.
Bajo la sombra de las feministas de la Primera ola, marcado por el movimiento sufragista, nuevas mujeres toman las riendas. Desde la publicación de La mística de la feminidad, de Betty Friednan en 1963, amas de casa de a lo largo de Estados Unidos se dieron cuenta de que el hogar y los cuidados no eran todo, que en la vida podía haber algo más, lo llamaremos libertad. Friedman reclamaba una mayor participación en la política y en el poder por parte de la mujer, es decir, emancipación, para ella era al camino a seguir para poder provocar auténticos cambios sociales. Entre ellos estaba la discriminación salarial, el techo de cristal, la dificultad de muchas mujeres para acceder a la educación o la propia institución del matrimonio, que prometía una mujer servicial a su marido.
Betty Friednan se posiciona como cabeza y madre de un movimiento que no hace mas que crecer. Junto a otras feministas funda en 1966 la Organización Nacional de Mujeres, NOW. Como decíamos, las calles están divididas, también en la carrera por la igualdad entre géneros. Otra forma de entender el feminismo comienza a desarrollarse, el feminismo liberal, el feminismo radical o el feminismo lésbico, este último fue duramente criticado por muchos grupos pero finalmente, las feministas radicales tendieron la mano a sus reivindicaciones. Las feministas racializadas también participaron en el debate, ya que destacaban la influencia de la raza en la propia experiencia individual de la mujer, por lo que no se podía plantear un feminismo consolidado bajo el punto de vista y la experiencia de la mujer blanca. Además, el feminismo socialista y marxista se hace un hueco en un país profundamente anticomunista. Se forma así el llamado feminismo de Segunda Ola, cuyo mayor logro fue llevar el debate y las ideas feministas a todos los ámbitos, fue relevante en política, fue relevante en la cultura popular y fue relevante en las calles de numerosas ciudades americanas y en todo el mundo.
Son mujeres con un mismo objetivo pero con formas distintas de analizar la sociedad y de llegar a él. Son mujeres con distintas experiencias pero que, al fin y al cabo, sufren por lo mismo, un profundo sexismo y desigualdad social. Es un contexto diferente pero son debates que podemos observar en nuestra realidad. Las últimas movilizaciones del 8M y la distinta participación de los partidos políticos u organizaciones muestran que el feminismo no es sólo uno, que no hay una manera de entenderlo, por ello hablar de feminismos es considerado lo más correcto. Por otra parte es un síntoma de una sociedad en la que la clase, la raza u otros factores influyen enormemente a la hora de establecer un pensamiento social sobre este tema.
En este contexto se desarrolla Mrs America, la serie de HBO protagonizada y producida por Cate Blanchett. La historia parte del personaje de Phyllis Schlafy, activista política conservadora que centró todos sus esfuerzos en luchar contra la aprobación de la Enmienda por la Igualdad de Derechos, ERA, impulsada principalmente por NOW con Betty Friednan y Gloria Steinem en cabeza. De hecho, podemos decir que Schlafy y toda su campaña son las principales responsables de que nunca se llegara a aprobar.
La serie está magnífica, el reparto es excelente en su retrato, no hay más que ver las entrevistas de la época para comprobar que cada gesto de Blanchett, Rose Byrne o Tracey Ullman, beben de la esencia de sus personajes, creando un clima en el que nos olvidamos de que es ficción. Esto unido a la muy lograda estética setentera y un guión que traslada a la pantalla las crónicas y entrevistas que se hicieron en esos años, hace de esta miniserie una pieza redonda sobre una historia que necesita altavoz.
Schlafy fue una mujer con gran ambición política, se postuló dos veces como candidata al Senado y era experta en defensa nacional. Sin embargo, vio su oportunidad, o su convicción en la lucha contra la ERA. Sus argumentos se basaban en defender el papel de ama de casa y cuidadora, así como defender el matrimonio como un beneficio para la mujer. Todo esto formaba parte de un argumentario profundamente conservador.
Lejos de lo que se pueda pensar de la postura de Schlafy, es una representación más de muchas mujeres americanas, amas de casa blancas y de clase media-alta que temían perder sus hogares en lugar de ganar libertad para quedarse en ellos o no. En en momento en el que dejamos de analizar a Schlafy como una villana vemos que, como todas, es una víctima más, renegada a un segundo plano en un mundo de hombres, por fin encontró una causa en la que ocupar el papel que merecía. Ella era un ama de casa y esposa ejemplar sí, pero sin embargo no cumplía con aquello que decía defender. Era profundamente dedicada a su labor como activista, daba giras por todo Estados Unidos para vender su discurso. Un discurso que comenzó por su posición de mujer ya que alguna opinión tendría sobre el tema en un contexto en el que su papel de experta en defensa era relegado al de simple secretaria. En la lucha contra la ERA encontró una gran oportunidad de mostrar al mundo la gran figura pública que podría ser. No sabemos si por convicción o ambición, probablemente por ambas, logró ser una de las mujeres más influyentes de la época y una, sino la principal, razón para que la enmienda nunca se llevaría a cabo.
Sin embargo este conflicto no es el único que podemos presenciar en la serie. Como comentaba anteriormente fue una época de gran debate entre distintas organizaciones y también dentro de ellas. Betty Friednan la denominada “madre del movimiento” compartió liderazgo con Gloria Steinem, una mujer definida por Nora Ephron como “lo único chic del movimiento” ya que, muy a su pesar, fue destacada en los medios en múltiples ocasiones por su belleza o por su forma de vestir y no por sus ideas. Ante todo Steinem puso en la agenda exigencias como la aprobación de una ley del aborto que lo hiciera accesible y seguro a todas las mujeres y no dudó en abrazar la causa lésbica o de señalar la importancia de la clase y la raza en el feminismo. Temas que quizás vemos normalizados pero que en la época no hicieron más que aumentar los prejuicios contra las feministas, considerándolas a todas homosexuales o señalando que lo que tenían era un profundo odio a los hombres. Estas diferentes perspectivas, entre Friednan y Steinem pusieron el debate sobre la mesa, mientras que la primera quería centrarse en el aspecto de la intervención política de la mujer, la segunda abarcaba un mayor número de exigencias sociales que en ese momento podrían parecer más lejanas. La propia Friednan lo cuenta en un artículo publicado en el New York Times por el décimo aniversario de su libro, “esto -el apoyo a las mujeres lesbianas y sus reivindicaciones- podría subordinar el objetivo de la igualdad, la oportunidad de cambios institucionales que la mujer necesita desesperadamente” además de aclarar su rechazo al odio contra el hombre que los medios de comunicación se encargaron de promocionar, “los hombres no eran realmente el enemigo, eran compañeros víctimas que sufrían de una mística masculina pasada de moda”.
El debate entre ambas muestra las principales diferencias entre la Segunda y la Tercera ola y la dificultad de llevar a cabo una lucha social tan justa como estratégica. Mrs America tiene una buena historia, la de quienes estuvieron a favor y en contra de la ERA pero lo más relevante es que muestra el debate interno que toda lucha social tiene. Las diferentes formas de enfrentarse a un problema, la importancia de la experiencia individual de cada una de las mujeres que vemos y como es posible entenderlas y empatizar. La historia de Frednan y Steinem no es la de una guerra, es un debate que de alguna forma todas llevamos dentro. Entre lo que creemos mejor, nuestras convicciones, nuestra solidaridad y ante todo, nuestras contradicciones. Porque no hay persona sin ellas, por muy fuertes que sean las convicciones. De ahí la importancia del magnífico retrato que se hace, también en lo personal, de estas activistas, tanto de las feministas como de Schlafy. Es ahí, en la contradicción, las dudas y el miedo donde aparece la humanidad de rostros que marcaron una página importante de la historia, que hicieron, cada una a su manera, que podamos continuar con la lucha y, sobretodo, con la libertad de creer, de hablar y de debatir.
1997. Nací en un pueblo gallego al lado del atlántico, a mi nombre no le faltan letras pero a mí, a veces, me sobran palabras. Estudié Periodismo y estudio Historia del Arte porque ser Indiana Jones no es una profesión. Cuando no me estoy sonando los mocos veo películas, series, leo, bebo cerveza, me enfado con el mundo y luego escribo sobre ello
Maravilloso artículo y maravillosa serie!