Mataron a la muñeca Jenny

La muñeca Jenny baila y da zancadas. La cojo por las piernas y la pongo en una fiesta: nadie la invitó pero ella fue; se puso traje y corbata y el pelo, un pelo de hilos que nunca se enredan pero que yo enredé, cae sobre la espalda como una lluvia sin viento. Busca a alguien. Busca a una chica. La chica lleva un vestido transparente y la muñeca Jenny quiere que se la presenten. Está nerviosa: no sabe qué le dirá. Pero baila, bebe Coca-cola, mira a otras chicas: no, no, Jenny solo quiere hablar con ella. Es el día. Y la canción se acaba y Mecano se cambia por otra cosa que no conozco y yo me quedo sentada, cruzando las piernas, apretándolas, y algo circula por mis brazos y se queda fijado en la parte interna de los codos y hace daño. Algo me hace daño. La muñeca Jenny en la fiesta; las chicas sudando en la fiesta; las chicas diciéndose cosas y conociéndose.
¿Para qué?
*
Quiero contarles la chispa. Pero no siento la chispa. Quiero enseñarles mi estómago quemado por la chispa y marcado por la chispa y gestado por la chispa: eso sí puedo hacerlo. Pero hay más cosas. Quiero explicarles qué cosas. Pero no puedo. Quiero arrancarme las cosas. Pero no son mías. Quiero que no sean mías. Pero siento que son mías. Quiero y me tumbo en la cama y me esfuerzo por recuperar las cosquillas en los antebrazos y el movimiento y la luz. Pero no puedo. Quiero olvidar. Quiero desear. Quiero no querer vomitar. Pero pienso. Pero sudo. Pero consigo el premio, el precio, el dolor: bragas mojadas. Como una lluvia sin viento. Quiero contarles la chispa. Pero la chispa ya no es. Quiero apagarme. Pero algo se detiene en mi sexo y arde y deja marcas y me borra. Quiero, pero.
Algo me hace daño.
*
No sé nada de nada. En la tele, hombres y mujeres se besan en los labios. A mí me gustan algunos labios. Hombres y mujeres salen de paseo y hablan. Hombres y mujeres viven historias. Las historias son preciosas: se buscan, se entienden, se miran, se pierden, se quieren, se casan. Yo, pienso, vivo para las historias. Y querré vivir historias. Y bajo las historias hay hiedra. Creciendo. Yo, pienso, la descubro. La descubro cada día. Creciendo, también, bajo mi piel, en mi barriga, en mis ojos: imagina que alguien está cerca y. Los besos son babosos y las babas quitan la sed: escucho música, música, la música dice: hazme el amor frente al ventilador. Y suerte que mis pechos sean pequeños y no los confundas con montañas. No sé nada de nada. Abrazo el tubo de la escalera de la piscina con las piernas y me aprieto y me mareo y permanezco seria. Morena mía: lo canta Julieta Venegas. Me mareo.
Bocas húmedas, resbaladizas, blandas: mujeres y hombres se besan en la tele; un día, dos mujeres: algo circula por mis brazos y se detiene y me lo explica.
*
El bulto es alargado y parece un fantasma. La espalda erguida, mis dedos (mis dedos) sobre el teclado: escribir cosas. No sé qué decirle, pero me dejo llevar. Porque quiero el premio y sé que el camino hacia las historias es aguantar. Cada vez se acaricia durante más tiempo; cada vez escribo más. Pienso en los vídeos que me enseñó mi primo: me agarro a ellos y los destripo y me coloco ahí y le digo cosas que no querría que me hiciera. No hoy, ahora, aquí. Me siento abocada a ello como una mosca a la muerte, pero no ahora. Mi habitación es un escudo. Él, que, acabo de adivinar (se agachó sin querer y le vi el mentón), tiene el pelo largo, baja la tela y saca al fantasma de la sábana y coloca las piernas. Escribe: ahora pon tú la cam.
Me toco el pecho por encima del pijama y solo dos bultos pequeños, muy pequeños, duros.
Cierro.
*
Algo limpio en los labios de mis amigas. En su pelo y en sus uñas largas y en la curva de sus pestañas. Algo limpio: escribo poemas y los escribo en femenino porque suena mejor. Sueño que beso a alguien que no conozco. Una amiga. Su piel es suave y solo siento la piel en la mía; solo siento olor y cosquillas en el estómago y algo por todas partes, por todas partes.
Sueño que alguien aparece y me penetra. Siento dolor y algo que sube y que no termina y quiero irme pero no y cada vez siento más cosas. Despierto; quiero llorar.
Las bragas mojadas. El cuerpo aterrado.
*
Mataron a la muñeca Jenny. La mataron con sus películas y con sus vídeos y con sus dedos largos y apretados. Con sus miradas. Con sus palabras. Yo rechazo al fantasma. Rechazo las historias, la parálisis y lo que aprendí del porno: que no hay que querer el placer, que tenemos hiedra dentro y que las decisiones, por ello, no importan. Que ellos pueden y nosotras debemos. Que el deseo aparece en el estómago y provoca (en el sentido del vómito) y luego llama al agua: moja el sexo hasta que su contorno no se reconoce; moja los ojos porque lloramos de asco. Mataron a la muñeca Jenny; mataron de asco a la muñeca Jenny. Y me dijeron: tú tienes la culpa. Tú tienes la culpa. Encontré otras formas de deseo, entendí mi deseo, vi mi deseo; aun así, tú tienes la culpa.
Quiero mi deseo. Pero desmembraron mi deseo. Ahora me mojo, me mojo, y mojarme no significa nada. Me matarán de asco. Nos están matando de asco.
Algo nos hace daño.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Close

Síguenos