“Me gusta pensarme como parte de una raza de animales asilvestrados, cimarrones de origen incierto, resultado de la combinación natural de lo europeo con lo americano”
La crítica del arte tiene mucho de crítica hacia el arte. En los textos que analizan las exposiciones y los recorridos por las obras de artistas se condensan también las diferentes visiones de la industria. Es imposible hablar únicamente de cuadros y nombres sin añadir una idea que explique el contexto en el que se observan. Esa reformulación es necesaria para conocer tanto el punto de partida de la obra como la posición que ocupa ahora en el imaginario colectivo. Hacer crítica de arte también sirve para recontextualizarlo.
María Gainza escribió textos “hacia la narrativa a expensas de lo teórico” abarcando prácticamente el todo de cada nombre que encabezaba las exposiciones que visitaba. Ahora están reunidos en Una vida crítica (Clave Intelectual). Desde las onomatopeyas, la intertextualidad entre disciplinas y los recorridos en primera persona en las galerías ampliaba la visión para terminar en un punto fijo: lo oculto. Persiguió lo que aparentemente está tapado por nombres de artistas y corrientes pero que realmente está al alcance de quien mira. Trabaja desde el collage, con lo que tiene a mano y desde la intuición, siendo totalmente libre sin obviar que este método tiene mucho de amateur y nace de la precarización en muchos casos.
“Adoré hacerlo así durante muchos años, después, cuando se me empezó a secar entra las manos, cuando perdí élan vital, cuando sentí que ya estaba inflando los textos con anabólicos, abandoné el asunto. Me gusta la idea de bricolaje porque supone hacerlo en momentos de ocio y de manera no profesional, con cierta gracia amateur que después se pierde. Lo amateur me inspira”
En el trabajo de Gainza se reconoce la actual situación de la realidad de España. Aunque afirme que no forma parte de ese mundo desde hace años, sus textos guardan mucha relación con la crítica hacia museos como el Prado y sus discursos. En sus análisis de ciertas artistas aparecen visiones de la opresión, la invisibilización o la concepción de la artista como “ama de casa que abandona la comodidad del hogar”. La vulnerabilidad como forma de crear y la reapropiación como herramienta para el cambio.
Esto también sucede con el elitismo o la “alta cultura” desde un formato de crítica opuesto al suyo, cuya existencia duda que acabe pero que a su vez no cree que deba de hacerlo. Pregunta si “no es más interesante que puedan coexistir diversas formas de escritura” porque se niega a convertir una u otra en hegemónica ya que así perdería la fuerza o el sentido. Todo ello desde la consciencia de que la crítica al uso forma parte y conviene a la industria, el sistema y la instituciones por encima del resto.
“Yo no creo que el arte tenga misión. Alguna vez la tuvo como herramienta para el Estado y la Iglesia, ahora quizás la tenga como commodity para el mercado. El arte está hecho por solitarios para solitarios, creo que era Cyril Connolly quien decía eso”
Si en el prólogo de Una vida crítica Rafael Cippolini habla de Gainza como la inventora de una nueva forma de lectura o de una renovación del canon, ella lo niega a pesar de que la distancia con lo académico y riguroso es su marca de agua. Sin embargo, esta supuesta renovación suele ser anecdótica y suele pasar desapercibida en medios generalistas trabajándose en ella desde pequeñas parcelas. No conozco mejor forma de periodismo cultural que el de prolongar la obra para llegar a explicar lo que supone y le insistí en ello mientras negaba la importancia de sus escritos. Como si el hecho de encontrar una forma con la que conectar con los demás a través de ellos no fuera algo que destacar y “crítica del arte dudosa” no fuera algo bueno.
“Soy una persona sin credenciales infiltrada dentro del mundo intelectual, apenas pienso en temas como canon o renovación. No me considero renovadora de nada, solo rescaté una forma de escritura que se hacía en otros lugares y que ya se había hecho en otras épocas. Desde Diderot a Guy Davenport a Peter Schjeldahl todos me mostraron cómo escribir sobre arte”
Esa mezcla de referencias le lleva a la mezcla de formatos. La intertextualidad arte-música-cine-literatura es un proceso natural al que llegan casi por sí mismas para evitar desaparecer. Igual que Monroy habla en Contra la cinefilia de que la supervivencia del cine pasa por su unión con otras disciplinas, Gainza afirma lo mismo del arte y lo traslada a su forma de análisis. Y todo viene de su visión de las disciplinas como instrumentos y moldes para expresar las mismas cosas porque todo es una única cosa expresada de diferentes formas. De ahí surge su interés en lo humano. Parte de una toma de contacto con el artista para llegar a sus obras y no porque estas se expliquen a través de quien las crea, sino porque busca la ruptura entre la mente y la persona.
Una vida crítica junta los textos de una escritora que escribió cuentos sobre el arte hasta llegar a los libros. Llegó a lo que amaba a través de lo que amaba aprendiendo y enseñando a observar. Estos artículos terminan imágenes incompletas y obvian el miedo. Sin diseccionar las obras y fijándose en “lo que permanece, vibrando”.
“-A partir de ahora “crítica del arte dudosa” será un piropo y lo utilizaremos mucho.
-Deberíamos guiñarnos el ojo al cruzarnos en la calle, como dos autos que se hacen luces en la ruta de noche.”
Escritor, periodista cultural y librero en la librería 80 Mundos. Codirector de todo esto. He colaborado en medios como eldiario.es o Le Miau Noir. Formo parte de la antología Árboles Frutales (Editorial Dieciséis, 2021) y Odio la playa (Cántico) es mi primer libro.