De ‘Crepúsculo’ a ‘Juego de Tronos’

Para los amantes del mundo de lo tétrico, Crepúsculo (Stephenie Meyer, 2005) es un chiste. ¿Vampiros que brillan a la luz del sol preocupados por su alma? Si Drácula viera a este espécimen, no necesitaría ninguna estaca para no levantarse de su tumba. No obstante ―y aunque nos pese―, la historia de amor entre Bella Swan y Edward Cullen enganchó a los lectores más jóvenes entre los años 2005 y 2012 ―año en el que se estrenó Amanecer Parte 2 en los cines―.

Durante siete años esta historia fue la responsable de lloros, pocas risas y discusiones entre amigas: las que preferían la fría y dura piel de un vampiro que, por otro lado, te regalaría el mundo entero; frente a las que soñaban con el calor y la pasión que desprende un hombre lobo con el que la aventura está asegurada. En las escenas en las que Jacob aparecía sin camiseta, el licántropo ganaba por goleada.

Sin embargo, poco se hablaba de la imagen de la mujer que quiso vendernos la autora de la saga: una mujer que permite que la espíen mientras duerme, que no saca las uñas cuando el chico que dice quererla la llama oveja, que va de un bando a otro según convenga hasta que decide ser Suiza, etc. El tema del amor daría para otro artículo.
Un año antes de que terminara este paréntesis en la literatura de monstruos, se estrenó el primer capítulo de Juego de Tronos. ¡Se podría decir tanto de esta saga y sus personajes! En esta ocasión, me centraré únicamente en Daenerys de la Tormenta, de la casa Targaryen, legítima heredera del Trono de Hierro, legítima reina de los Ándalos y los Primeros Hombres, protectora de los Siete Reinos, Madre de Dragones, Khaleesi del Mar de Hierba, la que no arde y rompedora de cadenas. Más allá de la cantidad de títulos que tiene ―y que van en aumento con cada nueva temporada―, lo interesante de esta mujer es su evolución a lo largo de la historia: comienza siendo una moneda de cambio para un hermano que solo ansía una corona de oro, para lo cual es vendida al rey de un grupo de hombres salvajes, amantes de los caballos, que entiende que ella también es un caballo; y termina luchando contra completos desconocidos por un trono que merece legítimamente, siendo fiel a sus principios y obviando el hecho de que es reina y no necesita ningún rey.

Es cierto que tener tres dragones como hijos ayuda, pero son sus acciones y sus palabras lo que la han convertido en un icono del feminismo. Mientras que Bella permite que la llamen oveja, Daenerys desacredita que la insulten llamándola mujer. Mientras que Bella permite que dos hombres la consideren objeto y no sujeto, Daenerys toma las riendas de su vida personal, sexual y política. Mientras que Bella se queda parada en medio de la batalla, Daenerys va en cabeza a luchar por la libertad y la igualdad de derechos.

Dejando a un lado el hecho de que el primer libro de Juego de Tronos se publicara en 1996 y la cantidad de críticas que podrían hacerse de esta saga, el hilo de este artículo es evidenciar cómo en seis años pasamos de leer a Bella Swan a idolatrar a Daenerys Targaryen. Imagino que George R.R. Martin y los guionistas de la serie han sabido canalizar adecuadamente el movimiento feminista que lleva extendiéndose por el mundo estos últimos años.

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