El Padrino: Sutileza y muerte

Tom, ¿y ahora qué hago yo?”. Así comienza la que para mí es la mejor escena de las tres partes que tiene El Padrino. Esto, teniendo en cuenta que se trata de la que considero la mejor película de la historia del cine, es mucho decir. Seguro que no es la más conocida ni la más espectacular. Tampoco la que tiene las frases más recordadas. Esas frases de El Padrino que se saben incluso los que no han visto la película. Sin embargo, tiene algo que me encanta y me engancha y hace que me apetezca verla una y otra vez.

Miento. No tiene una cosa. Tiene muchas cosas. Quizás podría empezar por destacar lo que a mí más me gusta en el cine: la poca estridencia. Lo que yo más valoro en la ficción es lo que se dice y cómo se dice. Esta escena demuestra que para hacer buen cine no hacen falta movimientos de cámara arriesgados. A veces, sobra con colocar una cámara que siga a dos buenos actores que está interpretando un buen guion. La escena la protagonizan Tom Hagen (Robert Duvall) y Frank Pentangeli (Michael V. Gazzo).

Me gusta esta escena porque tiene historia. Se habla del Imperio romano, una época apasionante para estudiar, y se habla de la mafia siciliana. Se habla de los códigos de honor, de la omertà (la ley del silencio en la mafia). Queda muy patente esa parte del crimen organizado que tiene algo de romántica… pero que en el fondo es terrible y cruel. Es esa ley que hace que a Michael no le tiemble el pulso para asesinar a su hermano tras una traición. Una traición no se puede perdonar.

Tom va a ver a Frank. Habían estado enfrentados en juicio. Frank iba a declarar contra la familia Corleone. Al final no lo hizo: Michael llevó a juicio al hermano mayor de Frank. La amenaza sutil. La sutilidad: volverá a aparecer en esta escena. Todo había sido un error, de todas formas: Frank creía que Michael había ordenado su asesinato. No era así. De todas formas, es consciente que haber dado ese paso es demasiado y ya no hay vuelta a atrás. Se entrega a la familia que está personificada en Tom Hagen.

La comparación entre el Imperio Romano y la familia Corleone es evidente. En ambos casos ha habido un ascenso a lo más alto y en las dos cosas van a terminar por caer. Esta caída es algo que se deja entrever pero de lo que no se habla claramente. Ellos lo saben: “Sí, lo fue”, dice Tom al hablar de la grandeza de su familia en otra época. La comparación también tiene que ver con la estructura mafiosa: capos y soldados. Y con lo que le pasa a los traidores cuando falla una conspiración: a su familia le queda alguna esperanza si ellos se suicidan.

Me gusta la escena porque tiene ver con una violencia muy sutil, casi imperceptible. No hay violencia física, tampoco violencia verbal. Todo lo contrario: hay camaradería, confianza, compadreo. Pero, al mismo tiempo, hay un entendimiento muy claro. Hay un lenguaje no verbal que implica sumisión y aceptación. Hay pocas palabras pero que dejan claras todas las posturas. Es increíble pero es así: hay elegancia en la sentencia, en la amenaza de muerte y en la condena final.

Tom Hagen coge de la muñeca a Frank Pentangeli y le dice que no se preocupe por nada. Le coge de la muñeca de la que luego se cortará las venas en una bañera. Esta escena nos recuerda una verdad máxima que el propio Tom dice en la primera parte de El Padrino: un abogado con maletín puede robar más que cien hombres armados.

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