“Permitid que, por el momento, me presente como William Wilson. La página inmaculada que tengo ante mí, no debe ser manchada con mi verdadero nombre”
Edgar Allan Poe, William Wilson
La arcilla no solamente se parte en dos si la estiramos. Cuando ejercemos presión en el centro de su cuerpo también acaba convirtiéndose en un par de trozos. Somos como la arcilla, nos rompemos en dos si nos estiran o si nos aprietan. Andrea Jaurrieta consigue explicarlo en Ana de día.
La presión que nos fuerza a ser correctos, tener casa, trabajo, pareja, niños, perro, vacaciones en la playa, comida familiar los domingos, renunciar a nuestras inquietudes y morir más por aburrimiento que por viejos es peligrosa. Este dilema ya lo plantea la directora en Los años dirán y Algunas aves vuelan solas. La huida rápida y fácil de esa vida también la muestra en A pleno sol. Se puede decir que Ana de día es la versión larga de la premisa que manda en todos sus trabajos.
Las tres fases de la dualidad
Dentro de la obra se reconocen claramente tres fases por las que pasa la protagonista. Ingrid García-Jonsson maneja bien estos tres registros entre primeros planos que la asfixian y movimientos de cámara que marcan su estado de ánimo. Más allá de las tres escenas que enfrentan a Ana contra Nina a través de un espejo, en ese rostro se reconocen tres personajes protagonistas que ya sufrieron esta crisis de personalidad.
En el planteamiento nos encontramos con una mujer asustada por el descubrimiento de su doble. Aquí podríamos cambiar el nombre de Ana por el de Fay, protagonista de la novela de Cathy MacPhail y de la película de Isabel Coixet, Mi otro yo. Su temor a que esté viviendo su vida nos pone frente a un personaje totalmente cobarde que quiere conservar todo lo que tiene. Por muy básico y aburrido que le resulte.
En la segunda parte nos encontramos con una Ana que ya no es Ana, es Nina y ha dejado a la supuestamente falsa Ana ocupando su puesto. En este Blade Runner de Malasaña se reconoce a Séverine, la protagonista de Belle de jour. Andrea Jaurrieta homenajea esta película de Luis Buñuel tanto con su nombre, como con la construcción de Ana y con ciertas escenas. Aquí descubrimos que la protagonista ha vuelto a construir una vida en la que cuenta con un padre, una madre y una pareja pero en un submundo definitivamente peor que el que ha decidido abandonar. Ha derruido un apartamento en el centro y se ha montado una tienda de campaña en un descampado. Contenta de perderse en una vida que no es la suya y con ligeros ataques de lucidez que se pierden entre la perversión y la sexualidad de su nueva Madrid. El único problema es el exceso de información que se acumula entre escenas y diálogos, en ocasiones aportando lo mismo, contando por partida doble lo que es evidente.
“-Tengo una idea. ¿Te gustaría ser llamada “Belle de Jour”?
-¿Belle de Jour?
– Ya que sólo viene por las tardes
-Si lo desea”.
Luis Buñuel, Belle de jour
El cierre presenta un final “abierto”, pero si nos fijamos en su -otra vez- cambio de personalidad, podemos reconocer al protagonista del relato de Allan Poe, William Wilson. Esa violencia que guía a Ana, Nina, Ingrid, Cathy, Séverine o como queráis llamarla, recuerda a la de William buscando asesinar a su doppelgänger. Y ahí es cuando te das cuenta de que ese doppelgänger es ella misma, ese último reflejo sin necesidad de utilizar un espejo es el mejor recurso de la película.
Ana de día es la representación más drástica del existencialismo. La crisis de identidad en la que cualquiera se puede ver envuelto, pero huyendo hacia abajo en lugar de hacia adelante. Porque ese Otro Yo no existe. Lo vemos en cada uno de los personajes con los que convive, que también sufren dicha crisis abandonándose a sí mismos y con los que se podría hacer otra película.
Y aunque parece que necesite esta explicación no la necesita. Es una película totalmente narrativa, no se sale de cánones, juega con ellos sabiendo cómo funcionan. Como Ana hace con su vida pero sin perder el control de la misma.
“Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo”.
Mario Benedetti, El otro yo
Escritor, periodista cultural y librero en la librería 80 Mundos. Codirector de todo esto. He colaborado en medios como eldiario.es o Le Miau Noir. Formo parte de la antología Árboles Frutales (Editorial Dieciséis, 2021) y Odio la playa (Cántico) es mi primer libro.