“En Díaz Dufoo (hijo) todo es meditación aforística que sustenta la imposibilidad del conocimiento”
Vila-Matas
Hace ya muchos domingos leí la columna de Vila-Matas Llega un extraño en la web en la que suben todos sus textos y me llamó mucho la atención la figura de Carlos Díaz Dufoo, hijo. Al día siguiente me llegó el Epigramas de Firmamento a casa. Hace menos domingos me desvelé, lo leí y anoté esto en la hoja de prensa:
Alguien que se suicida (el 30 de abril del 32) tiene todo el derecho a escribir “excusa de la vida: la monotonía del movimiento impide el suicidio”. Alguien que piensa así entiende bien la “larga monotonía de un mal imaginario”. Es lógico que odie la Voluntad Teatral y rechace la autoconciencia mientras la ejerce escribiéndola en tercera persona. Entiendo totalmente que hablara de que se puede decir que algo no te gusta.
“Nadie ha caído en que el cansancio -sumisión al ritmo externo, abandono y renuncia- es la explicación”
Carlos Díaz Ufoo,hijo
Díaz Bufoo, hijo odia la ingenuidad, la religión, la literatura y la muerte. No quiere se constante, recto ni responsable en el arte. Su literatura es breve por lo incompletas que le resultan las ideas, por su incapacidad de plenitud. Entiende el agotamiento como problema principal de todo. Eudald Espluga en No seas tú mismo tiene razón, no hablamos solo de un problema generacional, hablamos de algo que lleva mucho tiempo aquí.
“La consecuencia de todo ello es el cansancio, la fatiga, la saturación de un yo que es constantemente administrado y siempre insuficiente: el empresario de sí mismo —que ahora somos todos— tiene por delante la tarea infinita de conquistar una felicidad obligatoria”
Eudald Epluga, No seas tú mismo
Rechaza lo social, la accesibilidad constante y no cree en la escritura. Su rechazo genera esa intrascendencia en el panorama literario de la que no se arrepiente nunca. Entiende el arte y los conceptos como deseos y nunca como una necesidad real. Por eso se aísla, porque para él es todo una forma de imposibilidad. Lo verdadero es retórico y se llega a él a través de la dialéctica.
La dialéctica es imprescindible en este libro, porque a través de los conflictos que plantea llega a la belleza, a lo cursi. A lo que nos gusta y lo que no centrándose en algo importantísimo: siempre nos planteamos porqué nos gusta lo que nos gusta pero nunca porqué no nos gusta lo que no nos gusta.
Hace muchos sábados hablamos sobre lo que nos gustaría escribir sobre los libros que no nos gustan. Que disfrutar mucho lo que te gusta no está reído con llevarte alguna decepción. En Epigramas se explica que no hablamos de lo que no nos gusta y los motivos por los que sentimos que hemos fracasado en nuestra lectura. Lo agradable es placentero, lo alargamos y está bien, pero también es importante hacer lo contrario. Un libro puede fracasar tanto como puede hacerlo un lector. Puede que no entendamos el acierto como lo entiende quien lo escribe, puede que antes de llegar al punto común uno de los dos se tuerza, puede que el libro sea malo y ya está. Si pienso en cómo escribir sobre un libro que no me gusta pienso en el texto de Iñigo F. Lomana en ctxt sobre Los besos y se me relajan los músculos. He leído más veces esa crítica de las que voy a leer lo que estoy escribiendo.
Puede no gustarnos un libro porque nuestro gusto ha crecido en paralelo al de otra gente pero sin llegar a tocarse nunca. Puede gustarme el mismo libro que a otra gente pero por motivos diferentes, sin haber leído nunca a lo que se considera el predecesor de ese estilo o puede que esté siempre en una posición de desventaja porque no me crié en una casa llena de libros. No sé.
Es interesante como llega a la idea de fracaso sin que este sea definitivo. Podemos decir que no nos gusta un libro sin gritar, explicar porque los personajes existen solo para crear un conflicto pero no tienen un peso real en la historia porque todos parecen el mismo y la descripciones son solo imágenes, que el escenario parece forzado, que no todo es la escritura, que el conflicto con el estilo no lo es todo y la historia, aunque no pase nada, también es el libro. Que no hace falta enterrar las referencias y dejar ver solo las que se leen en clases de universidad. Que la historia tampoco lo es todo, que el equilibrio es el camino más interesante. Lo último que leí de alguien que me gusta lo que escribe era redundante, aburrido, un loop. Me costó mucho admitirlo.
Carlos Díaz Dufoo, hijo triunfó en su idea de fracaso hasta su suicidio. Una vez muerto su “quisiera morir silenciosamente, sin dejar una huella, como muere una música lejana en un oído inatento” se convirtió en un ruido un poco más próximo. Prefirió la nada a arrastrarse por formar parte de un grupo reconocido y eso le hizo importante. No sé si estoy de acuerdo con él en todo ni si quiero estarlo, pero me gusta la idea de brevedad con la que trabajaba. Entiendo su rechazo a la imagen pública siendo precedido por Carlos Díaz Dufoo padre alguien presente e importante*.
Es mejor dejar algo incompleto a acabarlo mal. Dejar las cosas a medias es otra forma de acabarlas. Rechazar la belleza por la belleza sin ejercer una mirada crítica en ella. Cuando digo crítica no digo criticar, no digo no callarse nunca, digo saber lo que significa para ti lo que estás viendo. Como dice Pablo Caldera en Popper Magazine en la entrevista a raíz de El fracaso de lo bello: en el capitalismo tardío, hay cierta belleza dirigida, pero es que eso ha llegado a ser evidente para todos, y sin embargo funciona. Es lo que quiero pensar después de leer Epigramas.
“Gastó largos años para hacerse un estilo. Cuando lo tuvo, nada tuvo que decir con él”
*CARLOS DÍAZ DUFOO JR. Selección y nota introductoria de BEATRIZ ESPEJO UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO COORDINACIÓN DE DIFUSIÓN CULTURAL DIRECCIÓN DE LITERATURA MÉXICO, 2009 (http://www.materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/carlos-diaz-dufoo-53.pdf)
Escritor, periodista cultural y librero en la librería 80 Mundos. Codirector de todo esto. He colaborado en medios como eldiario.es o Le Miau Noir. Formo parte de la antología Árboles Frutales (Editorial Dieciséis, 2021) y Odio la playa (Cántico) es mi primer libro.