Las instituciones culturales han tenido que adaptarse rápidamente al coronavirus, que ha trastocado el calendario cultural por completo. Cancelar, aplazar o buscar maneras de existir en Internet han sido las vías que más se han explorado durante estas últimas semanas. Puede que el actual escenario sanitario obligue a seguir reformulando el mundo unos pocos meses más. Puede que se alargue en el horizonte. Puede que la tecnología se intercale —todavía más— con la cultura. Y puede que unos vayan en una dirección y el resto en otra.
Entre los eventos más afectados por el coronavirus se encuentran los festivales de cine. Eventos cinematográficos, de menor o mayor envergadura, se tendrían que estar realizando durante estos días. Y, entre ellos, se encontraba el todopoderoso Festival de Cannes. Con las fechas de su 73ª edición fijadas entre el 12 y el 23 de mayo, la prestigiosa cita no se celebrará en 2020. En su lugar, este año existirá un Cannes itinerante que viajará por otros festivales de cine de clase A —como San Sebastián o Venecia— donde se exhibirán las cintas de su selección oficial.
«Un festival es una fiesta colectiva, un espectáculo que reúne a un público en un lugar determinado, en este caso en la Croisette, en presencia de miles de personas. Todo el mundo entiende que esto es imposible este año. El Festival de Cine de Cannes, que por su naturaleza es una institución globalizada, no puede escapar de ser una víctima de la misma manera que el resto de las actividades humanas. […] Cannes solo podría haber tenido lugar como lo hace normalmente, con las estrellas, con el público, con la prensa y con los profesionales. El festival siempre debe mostrar su mejor cara», dijo Thierry Frémaux, delegado general de Cannes, en una entrevista en Screendaily.
Para Frémaux, la opción de realizar el festival de manera online no era una posibilidad y ha tirado por tierra cualquier insinuación hecha por la prensa al respecto. A pesar de que ha llegado a decir que un festival online no es un festival de verdad, Cannes sí que participará en el We Are One: A Global Film Festival, evento online en el que se congregarán alrededor de veinte certámenes, entre los que se encuentran los de Berlín, Tokio, Sundance o Toronto, entre otros. Este evento, que estará disponible de manera gratuita en YouTube entre el 29 de mayo y el 7 de junio, dispone con un catálogo formado por 100 películas y las donaciones que reciba se donarán a la Organización Mundial de la Salud. Pero su programación no serán grandes estrenos, sino obras que pasaron por esos festivales otros años. O, como el caso de Cannes, se cederán clases magistrales en lugar de películas.
Sin embargo, otros festivales de cine no piensan como los responsables de Cannes. Por ejemplo, en Estados Unidos se celebró el SXSW Film Festival de Austin (Texas) a través de Amazon Prime Video, que emitió 39 títulos —todos de forma gratuita para el público estadounidense— entre el 27 de abril y el 6 de mayo. En España, han sido varios los casos de festivales que han decidido no cancelar su edición o trasladar su fecha a un hipotético futuro post-covid. En esos casos, para salir adelante y emitir las películas de su selección, las plataformas de Video on Demand (VOD) han sido una herramienta indispensable.
En España, el D’A Film Festival Barcelona ha sido uno de los eventos cinematográficos que más interés han generado durante la cuarentena. Fue a través de la plataforma de streaming Filmin como consiguió sacar adelante su edición de 2020, que duró desde el 30 de abril al 10 de mayo. Gracias a esta posibilidad, la edición ha pasado de registrar 20.000 espectadores el año pasado a 221.000 visionados esta temporada. Aunque esto suponga eliminar la sala de cine de la ecuación —con todo lo que eso conlleva—, no se puede negar una evidencia: la posibilidad de visionado online de los festivales pueden ampliar la audiencia y hacer que algunas películas llegan a un público que, con exhibición únicamente en salas, podrían pasar desapercibidas.
Es el caso de My Mexican Bretzel, cinta dirigida por Nuria Giménez, que durante los días que duró el D’A fue aumentando su popularidad gracias a las conversaciones en redes sociales. La ópera primera de Giménez ya había pasado por el festival de Gijón, por DocumentaMadrid y había ganado el Premio Found Footage en el Festival de Rotterdam. Pero no ha sido hasta su paso por el D’A —donde ganó el Premio del Público— cuando ha logrado generar un interés que ha derivado en su adquisición por la distribuidora Avalon, que la ha añadido recientemente a su line-up y que ya ha anunciado que tiene previsto su estreno en salas para noviembre.
«La película ha tenido muchísimos visionados, algo que hubiera sido muy difícil de conseguir en las salas que estrenan este tipo de cine. Gracias al éxito que ha tenido la película entre la crítica y el público, creo que será más fácil conseguir un estreno en salas. El festival terminó cuando la película estaba en su punto álgido de visionados, y mucha gente se ha quedado sin verla. A veces somos reduccionistas, oponiendo cosas, pero hay que analizar y sumar entre todos para cuidar y dar visibilidad a un tipo de cine de autor que encuentra más dificultades de estrenar en salas por las características y formas de funcionamiento de la cadena de exhibición y distribución», explica Carlos R. Ríos, director del D’A Film Festival Barcelona.
«Muchas de estas películas no traspasan el circuito de festivales y nunca llegan a estrenarse en salas. Así que espero que, tanto My Mexican Bretzel como otras películas españolas que han triunfado en el festival —es el caso de La reina de los lagartos o La mami—, lleguen a distribuirse comercialmente», dice el director del D’A.
Desde el festival barcelonés se decidió que, debido a la saturación de eventos que iba a haber tras el estado de alarma, lo mejor era realizar una versión íntegramente online. Así, valiéndose de la infraestructura de Filmin —con los que ya habían colaborado otros años—, elaboraron un programa con el 75% de las películas que iban a aparecer en esta edición. El confinamiento sirvió para aumentar el número de visionados, audiencia e interés del público. Además, la experiencia ha posibilitado experimentar y pensar en modelos para el futuro, combinando una sede física en Barcelona y una programación en streaming para llegar al mayor número de personas interesadas en ese tipo de cine.
«Cada festival tiene sus características, cada uno tomará sus decisiones y caminos, lo único que no hay que hacer es cerrar puertas, y que unos festivales impongan un solo modelo. Son tiempos de cambios, de adaptarse a nuevas realidades, sin renunciar u oponer modelos», dice Ríos sobre la relación de los festivales y el streaming. Aunque también subraya la importancia de que exista la posibilidad de compartir este cine desde Internet. «Hay muchas películas que solo se ven en festivales, sin una distribución potente en salas, por esa razón muchas cintas pueden encontrar más público si se ofrecen en plataformas VOD», asegura el director del D’A.
Nuevos escenarios para el futuro
Otro festival que ha se ha celebrado durante la crisis del coronavirus es el Festival Online Mujeres de Cine, que tuvo lugar entre el 23 y el 31 de marzo. En su caso, esta era su primera edición y la fecha llevaba meses fijada. Siempre se había planteado como un festival online, por lo que el confinamiento solo significó que se convertiría en una opción cultural más. «Está claro que parte de la esencia de los festivales solo puede vivirse en el contexto que todos conocemos, físicamente. Pero también es una pena que público interesado no pueda acceder y disfrutar de esos contenidos. Creo que combinar el VOD con el festival físico amplía las posibilidades, enriquece», explica Ana Palacios, directora de este festival.
El Festival Online Mujeres de Cine, que exhibieron directamente en su propio canal de VOD, contó con cintas como La hija de un ladrón, de Belén Funes; Ojos negros, de Ivet Castelo o <3, de María Antón Cabot. «Creo que la situación impuesta por el covid-19 va a hacer replantearse formatos hasta ahora no cuestionados en muchos festivales y, en bastantes de ellos, se incorporará el online seguramente para quedarse y presentar un nuevo paisaje», dice Palacios, que, aun así, no descarta realizar eventos físicos en próximas ediciones.
Pero, en España, el uso de Internet como una herramienta para poner en marcha un festival no es algo inédito. Uno de los casos más emblemáticos es el del Festival Márgenes, cuya primera edición tuvo lugar en 2012. En su caso, se trata de un certamen de ámbito iberoamericano, que busca establecer un diálogo entre las cinematografías de España, Portugal y América Latina. Fue a partir de la segunda edición cuando incluyeron las proyecciones en salas, con el objetivo de compatibilizar los hábitos de consumo contemporáneos y tradicionales. Por eso, cada año, existen multisedes a ambos lados del Atlántico que giran en torno a Madrid, eje principal de esta red de exhibición.
«Desde el punto de vista de los espectadores, la vocación de un festival es la de establecer un punto de encuentro entre los cineastas, las películas y el público. Bajo esta premisa, la dimensión presencial parece ser fundamental. Sin embargo, el online permite superar barreras y llegar a un público más amplio y geográficamente disperso, ofreciendo una programación de calidad a quienes no viven en los grandes núcleos urbanos. En este sentido, asistimos a una democratización en el acceso a los contenidos y tenemos una herramienta para que más gente se acerque al cine de autor, llegando a más segmentos de público, incluso los que a priori no estarían interesados», explica Annamaria Scaramella, codirectora de Márgenes.
Pero, además de mostrar las cintas al público, la labor de los festivales también es la de poner en contacto a cineastas y a la industria, dar prestigio y servir como lanzadera de las obras. Aun así, desde Márgenes entienden que su modelo no es siempre aplicable a los demás. «Como nuestro recorrido demuestra, somos partidarios de que online y presencial pueden convivir y se pueden complementar el uno al otro. No se puede razonar en términos absolutos, sino teniendo en cuenta las especificaciones de cada proyecto y el rol de cada festival dentro del panorama de festivales y, más en general, de la industria», explica Scaramella.
«Los festivales justamente tratan de dar a conocer películas que de lo contrario pasarían desapercibidas. Si estas no encuentran una salida comercial, la responsabilidad no es de los festivales sino del sistema de la distribución y de la exhibición, que en este país no deja mucho espacio para la diversidad y para el riesgo. […] Creo que gracias a la labor de muchos festivales, y de una nueva generación de distribuidores, un tipo de cine que hace poco años habría sido imposible ver en las salas comerciales se ha hecho un hueco en la cartelera», dice la codirectora de Márgenes.
Un premio o un paseo por la alfombra roja son capaces de lograr que las películas en las que se proponen nuevas narrativas, maneras diferentes de entender el medio, consigan llegar a las salas. Pero, una vía alternativa, puede ser alcanzar un gran éxito en un festival proyectado las obras en la pantalla del ordenador. Ahora habrá que comprobar si, cuando todo esto pase, los festivales de cine sin alfombra roja se perpetúan en el futuro.