“Corred insensatos”. Con esta frase J.R.R. Tolkien mataba cualquier estándar dentro del mundo de la literatura fantástica y -de paso- enganchaba a la lectura a varias generaciones de niños, entre los que se encontraba George R.R. Martin. El autor de Juego de Tronos nunca ha ocultado que la muerte de Gandalf fue una gran influencia para crear su obra rompiendo con la estúpida regla de los personajes intocables. La caída del mago al abismo de Moria -convertido casi en brújula moral de la Compañía del anillo- fue el batir de alas de la mariposa que cambió el devenir de lo que vino a continuación. Con su guía quizás “no hubiera habido ruptura de la comunidad” y “sin la traición de Boromir no habría Eowyn derrotando al Rey Brujo”, afirmaba hace poco Juan Gómez-Jurado en su cuenta personal de Twitter.
Son muchas las críticas que ha recibido El Señor de los anillos por no incorporar papeles femeninos con importancia real en la trama principal. En un universo tan amplio -y plagado de personajes- la presencia de mujeres es casi invisible o se reduce a un papel muy secundario y testimonial como es el caso de Galadriel o Arwen. No obstante, Tolkien grabó en piedra el futuro de Eowyn, convirtiéndola en uno de los personajes más importantes y que más evoluciona a lo largo de las infinitas mil y pico páginas de la novela.
Como para hablar del libro de Tolkien necesitaríamos mucho más espacio -y ya lo hizo de forma magistral Irene Sanz Alonso– vamos a centrarnos en la versión cinematográfica de la historia. Quizá la importancia de Eowyn sí que está bien reflejada en la trilogía de Peter Jackson pero el director neozelandés olvidó completamente de su evolución, disfrazándola de caballero y convirtiéndola en mera comparsa de reyes ataviados con yelmos y armaduras.
LA PRIMERA APARICIÓN DE EOWYN
Tras una cruenta batalla, Éomer y el resto de los rohirrim vuelven a la ciudad para estar salvo y curarse las heridas. Una vez dentro de Rohan, se puede ver cómo Eowyn va rápidamente a auxiliarlos y queda completamente encuadrada entre dos de los guardias de su hermano. En la escena, la cámara sigue completamente a éste y su ejército desde que llegan al campo de batalla hasta que vuelven a su ciudad con los heridos y los llevan ante Eowyn, remarcando el punto de vista androcéntrico de la escena, ya que se describe desde ese punto de vista, categorizando la realidad – y a la mujer- bajo sus propias normas.
La importancia de la familia para Eowyn es enorme, tanto que llega a influir en casi todas sus decisiones. Otro de los pilares es el amor romántico. Ella es una princesa que siempre ha postergado su propia identidad a la de un hombre. Retenida en el castillo sin poder salir a luchar, no le ha quedado otra que convertirse en una mujer-cuidadora (de su hermano, de su padre e incluso del pueblo de Rohan) y soñar con que algún hombre la ame. No obstante, Peter Jackson siempre la trata como un objeto pasivo y remarca la importancia que tiene la visión masculina para ella a través de la mirada de Aragorn.
En esta imagen se puede observar nuevamente que la heroína solamente es mirada cuando el héroe emprende la acción de mirarla al igual que ocurre en los filmes de Hitchcock. La forma de mirar directamente a la cara del varón (negando la cámara al espectador la posibilidad de verla) confiere cierto aire voyeur a la escena. Además, de esta forma, a la espectadora solo le quedan dos opciones: “la identificación mimética con la imagen dela mujer representada, o por el contrario, la identificación con el consumo masculino de imágenes de mujeres” (Mayayo, 2007).
LA EMANCIPACIÓN Y RETORNO DE EOWYN
Peter Jackson condena a Eowyn al ostracismo durante el resto de la película. Ella -princesa de nacimiento y guerrera de vocación- carece de visión personal en el filme porque no mira; es mirada. Y sobre todo, es mirada desde el punto de vista masculino. Sin embargo, en El Retorno del Rey vuelve a tener protagonismo, emancipada ya de su rol de mujer-cuidadora y siendo dueña de su destino por un instante.
Cuando los soldados de Rohan emprenden el viaje hacia los Campos de Pelennor para combatir al ejército de Mordor, Eowyn recibe las órdenes de volver a su castillo. En cambio, la protagonista decide rehusarlas y ‘disfrazarse’ de soldado para poder cumplir el sueño de ir a la guerra y librar una batalla… renunciando a su feminidad.
A pesar de que la heroína puede parecer un personaje activo, ya que logra ir a la guerra, lo cierto es que su historia sigue contándose desde el punto de vista de un personaje masculino: un hobbit. El espectador no se da cuenta de quién es ese caballero misterioso hasta que el hobbit lo descubre, por lo que la protagonista sigue teniendo un papel pasivo, tal y como ocurría en los westerns donde “las mujeres, en sus papeles de madres, hijas, esposas, amantes o prostitutas, tienen un rol secundario en el desarrollo de la acción, constituyen simplemente el background” (Carmona, 2010).
El desarrollo de la batalla de Pelennor es inusual y finalmente, tras la muerte de su padre a manos del Rey Brujo, es Eowyn quien logra vencer al enviado de Sauron, a quien “ningún hombre” podría derrotar. Así pues, como se puede ver en la siguiente fotografía, Eowyn sólo consigue vencer al villano cuando se desprende de su disfraz de hombre y abraza su propia feminidad.
A pesar de que Eowyn era dueña de su destino y por fin había tomado el protagonismo y el rol activo dentro del filme, Peter Jackson vuelve a encasillarla dentro del arquetipo de la mujer-esposa en la última escena de la película, donde aparece junto a Voromir, quien será su próximo marido y lo hace con una sonrisa en la cara. Un gesto de satisfacción que no se dibujaba en su rostro durante toda la guerra.
DONDE JACKSON FRACASA
Es cierto que Jackson trabajaba con la novela de Tolkien, publicada en 1954, y que eso condiciona el rol de la mujer en la historia. No obstante, el problema es que el cineasta guarda un rol pasivo para la mujer e incluso la limita a un mero objeto de deseo por parte de los hombres, algo que Tolkien nunca hizo. El creador de la Tierra Media profundizó mucho más en las motivaciones de Eowyn, otorgándole un papel activo y con una férrea voluntad. Mientras que en la adaptación cinematográfica se omiten muchas escenas donde Tolkien remarcaba la importancia de este personaje en la historia: La elección como Señor de Eorlingas por parte del pueblo durante la ausencia de su padre, la reconversión en Dernhelm, la conversación con Faramir y la posterior pedida de mano.
Mientras que a Tolkien se le puede criticar -con mucha razón- que Eowyn renuncia a ser una guerrera para convertirse en curandera, a Jackson se le debe censurar que impide -directamente- que este personaje tome las riendas de su vida. De hecho. a lo largo de la película sólo hay una escena en la que se vuelve completamente un personaje activo y toma las riendas de su vida pero cuando termina su combate con el Rey Brujo vuelve a ser un personaje femenino/pasivo y a cumplir con los arquetipos que se mostraban al principio del filme.
Sociólogo retirado y periodista amateur. Escribo de música porque es lo que ahora mismo me llama la atención, el día que deje de hacerlo me verás escribiendo sobre otras mil cosas: cómics, cine, literatura… lo que sea. He estado en mil y un proyectos pero nunca como en casa.